Wednesday, February 21, 2007

Gracias hermano - Thanks brother!

El hermano Calixto (el más hermoso) no hacía honor a este apelativo, aunque tampoco resultaba desagradable. Desde hacía años, los muchachos del colegio lo apodaban el búho. Él, como tantos y tantas docentes, lo sabía... Incluso creo que hasta le gustaba.

Hombre burgalés, amante de la cultura vasca, era recto en sus convicciones, creencias y conducta; dedicado plenamente, incluso con excesiva vehemencia a veces, a su doble vocación - la religiosa y la docente -, resultaba querido y odiado con la misma intensidad pero, y esto a su favor, por personas distintas. Hay quienes son queridos y odiados con igual intensidad por las mismas personas, lo cual genera una sensación de relación esquizofrénica que algunas veces puede llegar a ser bastante incómoda. Quienes estamos en el grupo de las personas que lo querían (¡quieren, queremos!), tuvimos la dicha de conocerlo y compartir mucho con él. He de reconocer que fue alguien que marcó mi vida. Y lo hizo en el sentido más positivo del término...

Calixto tenía - como todos tenemos - una expresión que repetía con cierta frecuencia y que, he de reconocer, hasta hace muy poco no había entendido. Cuando nos conocimos yo tenía quince años y este año estoy ya más cerca de los cincuenta que de los cuarenta. Siempre que alguien le contaba situaciones cotidianas, noticias de actualidad, calamidades familiares, dichas o desdichas personales o colectivas, él añadía al final: ¡Miseria humana!

Sólo con el paso del tiempo he podido constatar fehacientemente el profundo significado de estas palabras... Profundo y superficial al tiempo, simple y complejo a la vez. Sublime y mundano.


El engaño pueril, la fatídica traición, la deshonrosa infidelidad, la desidia insidiosa, la mentira - cruel o piadosa -, la desfachatez, la equivocación, el frío abandono, el cansancio inoportuno, el silencio inesperado, la dejadez recalcitrante, y tantas y tantas más... no dejan de ser otra cosa que una pequeña parte de ese universo, infinito e insondable, de la miseria humana.

La única redención pasa por reconocer que somos limitados, miserables, humanos... Y, en el mejor de los casos, que no estamos exentos de cometer errores... Aunque no sea con plenitud de conciencia en los actos, o en las omisiones... Y aun así... ¡Miseria humana!

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