Monday, October 29, 2018

Sobrevolando realidades


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 29.10.2018]

Como la pluma que sobrevuela los tejados y las calles de Savannah, Georgia, mecida por una suave brisa, flotando,  trazando espirales ascendentes, dejándose caer y remontando el vuelo una y otra vez hasta hacer uno rasante al suelo y acabar posándose en las embarradas zapatillas deportivas de  Forrest Gump quien la recoge con delicadeza y, tras observarla atentamente, la introduce con cuidado en el viejo libro de cuentos que su madre le leía cuando niño mientras espera el autobús, siento que la vida me ha mecido, a veces zarandeado y otras casi absorbido por algún ciclón, trazando espirales ascendentes, dejándome caer y remontar el vuelo una y otra vez hasta hacer uno rasante al suelo para, al menos por ahora, tras haberme recostado en el fango, acabar siendo recogido con delicadeza, observado atentamente e introducido con cuidado en un corazón de oro.

Además de sentirme más que afortunado por haber llegado hasta aquí, constato que junto a los primeros vientos que me llevaron a su voluntad de un lado a otro, las trayectorias de los vuelos posteriores fueron fruto de decisiones íntimas, queridas y asumidas, en ocasiones quizás no muy meditadas, muchas acertadas, algunas erradas, pero mías al fin y al cabo.

Nací en una república que fue parte de un imperio hasta algo menos del primer cuarto del siglo XIX, básicamente porque mi madre estaba allí ciento cuarenta años después… Con diez años, sin contar con mi parecer, me llevaron a otro continente, a una ciudad en una región dentro de un país cuyo régimen político se definía como una dictadura. Cuatro años después, murió el dictador y en poco tiempo pasó a ser una democracia parlamentaria, cuyo Jefe de Estado sería un rey. Una vez más sin poder decir yo nada. Dos años después del cambio de régimen, mi madre moriría y uno más tarde mi padre volvería a las américas… Yo todavía sigo aquí. Tuve que aceptar todas aquellas etapas externas a mí y adaptarme a cada una de ellas sin apenas rechistar… Hasta que pude empezar a participar en las decisiones  de mi vida cuando no tuve más remedio: al cumplir los diecisiete años.

Tarde o temprano acabamos llegando a esa estación vital. En ese frío andén es cuando y donde aprendemos a reconocer – o descubrir - lo que hemos aprendido en casa, en la escuela, con nuestras amistades, a través de nuestra experiencia… Y desde aquí, elección tras elección, vamos incorporando los errores y los aciertos para continuar el camino.

Según Abraham Maslow a través de su famosa teoría denominada como su pirámide, (La pirámide de Maslow) se enuncia la jerarquía de las necesidades humanas y cómo satisfacerlas, yendo desde las más básicas hasta las más complejas.

Empezamos por buscar cómo satisfacer la necesidad de, y aprender a, mantenernos vivos (necesidades fisiológicas): respirar, beber agua, alimentarnos, dormir, eliminar los desechos, evitar el dolor, etc.


En el segundo nivel buscamos la seguridad y protección: la salud, el trabajo (ingresos mínimos y recursos), el equilibrio moral, familiar y de la propiedad.

Un paso más arriba nos encontramos con las necesidades relativas a nuestro ser en un entorno social, a nuestro mundo de relaciones más allá de nosotros mismos, a ser parte de una comunidad [necesidades sociales (afiliación y afecto)]: asociación, participación, aceptación, amor, afecto, pertenencia o afiliación a un cierto grupo social.

El cuarto escalón de esta pirámide consiste en cubrir nuestras necesidades de estima o reconocimiento, subdividido a su vez en las relativas a nuestra capacidad de respetarnos y aceptarnos a nosotros mismos (confianza, competencia, maestría, logros, independencia y libertad) y de serlo por los demás (atención, aprecio, reconocimiento, reputación, estatus, dignidad, fama, gloria, e incluso dominio). De hasta dónde consigamos satisfacer estas necesidades dependerá en gran medida la seguridad en nosotros mismos y la percepción de nuestro papel en la sociedad en la que vivimos.

La cúspide de la pirámide, siempre según Maslow, la ocupa la búsqueda de la justificación o del sentido válido de la vida (necesidad de autorrealización personal) llegando a este nivel cuando todas los demás necesidades han sido alcanzadas: espiritual, moral y la búsqueda de una misión en la vida.

Esta teoría, desarrollada tras la Segunda Guerra Mundial, parecía mantener su vigencia y consistencia  hasta los albores del siglo XXI, particularmente en el mundo occidental desarrollado: todo apuntaba a que las lecciones de las dos guerras mundiales habían sido suficientemente aprendidas e interiorizadas.

Con la proliferación de las redes sociales y la explosión de la difusión de la información a escala mundial empezamos a conocer mucho más de lo que creíamos saber. En la década de los noventa se lanzan campañas internacionales de sensibilización, concienciación y acción en torno a las inmensas desigualdades sociales y riesgos medioambientales hasta entonces poco conocidos por el gran público.

Según el Banco Mundial:
El mundo cumplió la meta del primer objetivo de desarrollo del milenio de disminuir a la mitad para 2015 la tasa de pobreza registrada en 1990, lográndolo en 2010, cinco años antes del plazo previsto.  Pero pese a los avances en la reducción de la pobreza, la cantidad de personas que viven en condiciones de pobreza extrema en el mundo sigue siendo inaceptablemente alta. Además, si se tienen en cuenta los pronósticos del crecimiento mundial, el ritmo de reducción de la pobreza tal vez no sea suficientemente rápido para alcanzar la meta de poner fin a la pobreza extrema a más tardar en 2030.

Si bien es cierto que estamos mejor que hace veintiocho años, un 10% de la población mundial (735,9 millones de personas) vive con menos de 1,90 dólares USA diarios (1,67 EUROS/día – línea de corte para la pobreza extrema), mayoritariamente en el África subsahariana y Asia meridional. Resultaría interesante conocer cuántas personas lo hacen con menos de 24,53 EUROS/día – nuestro salario mínimo interprofesional 2018: los porcentajes se dispararían alarmantemente.

Según ACNUR más de 68,5 millones de personas viven desplazadas a la fuerza.

¿Podrá alguna de estos más de 805 millones de personas, algún día, escalar al menos uno de los peldaños de la pirámide de Maslow? ¿Podrá ser alguna de estas causas, quizás más cerca de lo que creemos, recogida con delicadeza, observada atentamente e introducida con cuidado en nuestro corazón?

Forrest Gump Opening Scene - Alan Silvestri introduction



Monday, October 01, 2018

¡Yo no miento nunca!


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 01.10.2018]

- ¡Cuánto tiempo sin vernos! Ya, si eso, nos llamamos… (Con escasa o nula intención de hacerlo)
- ¡Estoy llegando! (Llego tarde a la cita)
- He tenido un contratiempo mientras venía… (Me he dormido y llego tarde al trabajo)
- No me ha llegado tu email… (Olvidé contestarlo)
- ¡Hoy no voy a poder! Estoy liada. (No tengo ninguna gana de ir)

Según Pamela Meyer, experta en detección del engaño, los seres humanos somos propensos a mentir entre 10 y 200 veces al día. Solemos decir partes de la verdad, la tergiversamos o la disfrazamos consciente o inconscientemente y esto es algo aprendido desde nuestra más tierna infancia. Empieza por ser un mecanismo defensivo ante ciertas situaciones en las que nos sentimos vulnerables o timoratos, para transformarse en algunos casos en una poderosa y peligrosa arma de manipulación y control de los demás.

El refranero español recoge algunas joyas a este respecto: Antes se coge al mentiroso que al cojo; La mentira camina con piernas largas, pero al final la verdad siempre la alcanza; Las mentiras tienen las patas cortas pero los charlatanes, las piernas muy largas; Mientras más mentiras cuento, menos me parece que miento; Exagerar y mentir, por el mismo camino suelen ir; Una mentira, madre es de cien hijas; De la mentira viven muchos, de la verdad, casi ninguno; etc.

Algunos expertos clasifican nuestras mentiras en ocho categorías: las mentiras piadosas, en principio sin mala intención, generalmente con sentido benevolente hacia quienes se dirigen. Se estima que tienen una justificación razonable, no son dañinas y, por tanto, perdonables, aunque el escurridizo terreno que pisan puede hacerlas trasvasar en cualquier momento los límites de la prudencia. De aquí en adelante, las otras siete categorías pierden de saque todo atisbo de bondad o buena intención: las promesas rotas, las mentiras intencionadas o instrumentales, el autoengaño, los rumores, la exageración, el plagio y las mentiras compulsivas.

Si el uso de la mentira se circunscribe exclusivamente al ámbito personal, su repercusión no excederá esta área y quien sea asiduo usuario de la misma, tarde o temprano pagará las consecuencias. “Otro gallo canta” cuando la mentira se sitúa de forma sistemática en los círculos de poder y despliega sus alas campando por sus fueros.


La lista con las “10 Estrategias de Manipulación mediática a través de los medios de comunicación de masas”, ampliamente difundida por las redes sociales y atribuida a Noam Chomsky, lingüista norteamericano, aunque según algunas fuentes (p.ej. La mente es maravillosa) su autor es el francés Sylvain Timsit en 2002, recoge interesantes elementos a tener en cuenta para no caer, al menos intelectualmente, en esta trampa:

1. La estrategia de la distracción. (…) desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes.

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar.

3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos.

4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental.

6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud.

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos.

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.

El Papa Francisco, en el mensaje dirigido a los participantes en la 52 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales del pasado 13/05/2018, advierte:

(…) ninguna desinformación es inocua; por el contrario, fiarse de lo que es falso produce consecuencias nefastas. Incluso una distorsión de la verdad aparentemente leve puede tener efectos peligrosos.
De lo que se trata, de hecho, es de nuestra codicia. Las fake news se convierten a menudo en virales, es decir, se difunden de modo veloz y difícilmente manejable, no a causa de la lógica de compartir que caracteriza a las redes sociales, sino más bien por la codicia insaciable que se enciende fácilmente en el ser humano.
Las mismas motivaciones económicas y oportunistas de la desinformación tienen su raíz en la sed de poder, de tener y de gozar que en último término nos hace víctimas de un engaño mucho más trágico que el de sus manifestaciones individuales: el del mal que se mueve de falsedad en falsedad para robarnos la libertad del corazón. He aquí porqué educar en la verdad significa educar para saber discernir, valorar y ponderar los deseos y las inclinaciones que se mueven dentro de nosotros, para no encontrarnos privados del bien «cayendo» en cada tentación.

Al principio se decía que en algunos casos la mentira puede transformarse en una poderosa y peligrosa arma de manipulación y control de los demás. Profundizar en las técnicas de detección temprana de las mentiras que producimos o recibimos nos hará tomar una conciencia distinta de nuestra realidad. Por otro lado, como con todo tipo de armas, es importante y conveniente conocerlas bien. Saber cuáles son sus consecuencias a corto, medio y largo plazo, asumir las responsabilidades derivadas de su uso, o decidir conscientemente no utilizarlas.

Cuenta la leyenda que un día la verdad y la mentira se cruzaron.
- Buen día - dijo la mentira.

- Buenos días - contestó la verdad.
- Hermoso día - dijo la mentira.
Entonces la verdad se asomó para ver si era cierto. Lo era.
- Hermoso día – dijo entonces la verdad.

- Aún más hermoso está el lago- dijo la mentira.
Entonces la verdad miró hacia el lago y vio que la mentira decía la verdad y asintió. Corrió la mentira hacia el agua y dijo:
- El agua está aún más hermosa. Nademos.
La verdad tocó el agua con sus dedos y realmente estaba hermosa y confió en la mentira. Ambas se quitaron la ropa y nadaron tranquilas.Un rato después salió la mentira, se vistió con las ropas de la verdad y se fue.
La verdad, incapaz de vestirse con las ropas de la mentira comenzó a caminar sin ropas y todos se horrorizaban al verla. Es así como aún hoy en día la gente prefiere aceptar la mentira disfrazada de verdad y no la verdad al desnudo.

 (Adaptación publicada en Ciudad Nueva, Mirador. Noviembre 2018)