[He publicado esta entrevista en la revista digital Deusto Alumni Time el 15.12.2023]Nos inspiramos en los versos
de Mahmud Darwish para titular esta entrevista con Hithem Abdulhaleem Lubbadeh,
doctor en Psicología por la Universidad de Deusto.
Solidarizadas/os
con tu pueblo, ¿cómo vive esta tragedia —crónica de una espeluznante aberración
anunciada— el pueblo palestino lejos de su tierra?
Hablo diariamente con mi familia y con mis
amigos palestinos sobre esta situación tan apocalíptica que estamos atravesando
como pueblo. Hablamos para compartir información y los pareceres que manejamos,
pero también para buscar consuelo, conexión y aliento. En todas las
conversaciones se deja entrever un torbellino de emociones, de tristeza,
angustia, incertidumbre y rabia. Creo que el sentimiento que más notoriamente
resuena es el horror y la indefensión, alimentados por una injusticia sistémica
y el silencio ensordecedor de la comunidad internacional.
Las imágenes que nos llegan desde Gaza
retratan una de las peores calamidades vividas en las últimas décadas. Más de
20 mil víctimas civiles palestinas, entre ellas más de 10 mil niñas y niños,
además de 50 mil personas heridas y mutiladas, pintando todo ello una escena
sombría de la magnitud del sufrimiento. Casi dos millones de gazatíes (el 80%
de la población total) se vieron obligados a desplazarse y a dirigirse a la
zona sur de la franja, en busca de un refugio seguro que no existe, ya que los
ataques israelíes se han extendido hasta allí también. Ahora se encuentran
hacinados en grandes campos de concentración, sin agua y sin recursos básicos,
anunciando una espantosa crisis humanitaria.
El aluvión de bombas israelíes cae sin
cesar de forma indiscriminada y feroz, causando víctimas entre el personal
sanitario, los periodistas y los trabajadores humanitarios de la ONU. Hasta los
bebés prematuros en las incubadoras no se han salvado. El nivel de asolación y
devastación es inimaginable: todas las zonas urbanas, infraestructuras y
hospitales reducidos a escombros; ambulancias, escuelas, mezquitas e iglesias
de gran valor arquitectónico e histórico convertidos en cenizas.
Ante esta tesitura desgarradora, se han
estancado nuestras vidas. Se está gestando un nuevo trauma en nuestra memoria
colectiva, que se añade a otros tantos que llevamos acumulando desde 1948. La
particularidad de esta situación es que el pueblo palestino parece estar
atrapado en un ciclo interminable de crisis. La diferencia entre aquellos que
han sufrido un estrés postráumatico y los palestinos, es que estos últimos
apenas tienen tiempo para asomarse a la fase post-traumática, para la sanación
y la reconstrucción, sino que se hallan inmersos en una sucesión constante de
experiencias extremas. Es una crónica penosa que va a dejar una profunda herida
no solo en nuestra alma, sino también en la conciencia de la comunidad
internacional.
Los
habitantes de Palestina no son exclusivamente musulmanes. Aunque mayoritarios,
también hay mujeres y hombres que profesan el cristianismo, el judaísmo, otras
religiones y, también, personas con creencias no religiosas. Otro tanto sucede
en el lado israelí. También, salvo extremistas radicales, existen muchos
espacios de convivencia y diálogo interreligioso, incluso familias fruto de
matrimonios mixtos. Si la inmensa mayoría de la población puede convivir en
paz, ¿qué consideras que dirige los discursos del odio por ambas partes del
conflicto?
Efectivamente, Palestina es un crisol de
identidades. Tenemos muchos ejemplos de paz y de unidad entre los diferentes
componentes culturales que configuran la identidad palestina, especialmente
entre musulmanes y cristianos. Podemos presumir de un modelo de convivencia
exitoso, que también está abierto a la población judía, pero que
lamentablemente se ha visto diezmado tras la creación del estado israelí en
1948.
El discurso político y cultural de los
palestinos es meramente anticolonialista. Defiende su derecho a la libertad y a
la autodeterminación, enfocándose en la justicia y la resistencia legítima, sin
enredarse en las miradas despectivas hacia ninguna comunidad en particular. Los
discursos intolerantes de grupos como el ISIS, por ejemplo, no tienen cabida en
la sociedad palestina. De hecho, hubo un intento de infiltración dentro de Gaza
y Cisjordania, pero fue abortado y encontró una respuesta de rechazo muy firme
y unánime a nivel político y social.
Las raíces del conflicto en Oriente Próximo
residen en dos hechos principales, que son el telón de fondo que nutre el
discurso del odio. Por una parte, está la ocupación israelí del territorio
palestino y, por otra, la tradición cultural y religiosa que da soporte
ideológico a esta ocupación. A mi entender, este puede considerarse como una
causa estructural que orienta el conflicto y que no hace más que perpetuarlo.
Se sabe que la narrativa israelí se basa
mayoritariamente en pretextos teológicos y en un nacionalismo extremadamente
radical, parafraseando al ex decano de la facultad de teología de la
Universidad de Deusto, Rafael Aguirre.
A lo largo de los años, se ha articulado
una mentalidad sionista arraigada en la idea de la exclusividad territorial y
obcecada en erigir murallas que separan a las diferentes poblaciones. No quiero
ser pesimista, pero los que ostentan esta visión aún no están preparados para
visualizar al palestino como identidad soberana o como un sujeto legítimo que
tiene derecho a la existencia en su tierra.
Muchas
voces israelíes críticas con Netanyahu y su Gobierno llevan años denunciando el
galopante deterioro social en Israel tras el asesinato de Isaac Rabin en 1995 a
manos de un extremista judío —Yigal Amir— contrario a la paz refrendada entre
Palestina e Israel (Acuerdos de Oslo, 13/09/1993, entre Israel —Rabin— y la OLP
—Arafat—). Desde entonces, se ha producido un debilitamiento tanto de los
moderados palestinos como de los israelíes y un fortalecimiento de los
fanatismos en ambos lados, haciendo que la narrativa política se haya mantenido
inamovible. ¿Crees que será posible algún día encontrar interlocutores de talla
que trabajen con un real deseo de construir la paz en Tierra Santa?
Es cierto, como reconocimiento a sus
esfuerzos por el diálogo, a Rabin y a Arafat se les otorgó el Premio Nobel de
la Paz y el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. El primero fue
asesinado por un extremista judío y el segundo vivió la última etapa de su vida
cercado y confinado en su residencia de Ramallah, bajo arresto domiciliario
decretado por Ariel Sharón, ex jefe del gobierno israelí.
Creo que tiene que haber otros
interlocutores de renombre capaces de sentarse en la mesa de las negociaciones
y buscar una paz justa y duradera en Tierra Santa, si bien en estos momentos de
tempestad me resulta difícil poder visualizarlos.
La sociedad palestina en general y sus
representantes en particular (políticos, académicos, escritores, poetas, etc.)
han demostrado que, a pesar de la adversidad que afrontan, tienen un compromiso
notable a favor de la paz y del diálogo. De hecho, tras los Acuerdos de Oslo de
1993, Palestina reconoció el estado israelí, pero este último no lo ha hecho.
Los palestinos sostienen que su lucha por la libertad debe llevarse a cabo con
el fin de suprimir la conculcación de los derechos humanos y crear un estado
independiente, no como una expresión de animadversión hacia el judaísmo como
religión.
Hay voces disidentes que emergen cada vez
más dentro de la comunidad judía, que cuestionan el estado israelí y su
política de segregación racial. Desafortunadamente estas figuras no ostentan
gran poder político, pero son activistas, periodistas e intelectuales
respetables y nada desdeñables.
El papel de la comunidad internacional y
la sociedad civil es crucial en este sentido. Su intervención y acción pueden
desempeñar un papel significativo y poner fin a la espiral de violencia. El
desafío radica en nuestra capacidad de desmantelar las estructuras y las
visiones que sostienen la ocupación y el conflicto. Creo que este es el
objetivo que tenemos que alcanzar en estos momentos.
Se suele hablar de la solución basada en
“dos estados” como fórmula única para la paz en la zona. No puedo evitar expresar
mis dudas al respecto. La mentalidad sionista que está en el poder, de la que
hablé anteriormente, no puede contemplar ni concebir esta fórmula, dado que
choca diametralmente con su visión exclusivista y colonialista. Creo que la
alternativa más adecuada sería, me atrevo a decir, un estado único palestino,
soberano, democrático, pluricultural y de derecho, en el que se garantiza la
libertad de culto y se respetan los vínculos históricos y espirituales que
tienen todas las comunidades con esta tierra, la comunidad judía inclusive. Un
estado que asegura la estabilidad regional y mantenga una relación de cooperación
y de diálogo sincero y productivo con Europa. Esta es una propuesta audaz, pero
creo que es digna de ser tomada en consideración.
Demasiados intereses
—mayoritariamente económicos y geoestratégicos— mueven los hilos de los
conflictos armados. Palestina no es una excepción. Se maquillan con tintes
histórico-religiosos y envuelven a las poblaciones afectadas en complicadas
telarañas afectivas, identitarias y espirituales. ¿Cómo podemos identificar,
denunciar y protegernos de estas manipulaciones?
Vivimos en una época de mucha
incertidumbre, de crisis a gran escala, de confusión identitaria, de
discriminaciones, etc. Todo ello aumenta nuestra vulnerabilidad ante los
discursos exacerbados y propagandísticos. De hecho, estamos siendo sometidos y
sometidas a una campaña hostil de desinformación, que requiere fortalecer
nuestra capacidad de discernimiento y diversificar nuestras fuentes.
Creo que las estrategias de identificar
las manipulaciones y de protegernos de ellas consisten en dos elementos
cruciales: primero tenemos que desarrollar un conocimiento específico sobre el
contexto histórico en el que surgen los conflictos, como el palestino-israelí. Segundo,
desarrollar el pensamiento crítico. Es esencial verificar y revisar
constantemente la credibilidad de las fuentes que consumimos. La credibilidad
para mí consiste demostrar coherencia entre lo que uno dice y lo que realmente
hace. Todo ello nos ayudará para enriquecer nuestras perspectivas y no caer en
las interpretaciones sesgadas.
¿Qué recomendarías a las y los
Alumni de la Universidad de Deusto para acercarse de forma crítica a estas
situaciones incomprensibles y tratar de contribuir a la consecución de la
defensa de los derechos humanos, la promoción de la justicia y el diálogo
cultural e interreligioso?
Lo que está aconteciendo en Gaza pone a
prueba nuestra capacidad colectiva de defender los ideales y los valores en los
que creemos. La inacción y la pasividad ante este drama pone en riesgo todo el
sistema de principios éticos que hemos elaborado como sociedad. Es un
imperativo ético convertir nuestros discursos sobre los derechos humanos en
hechos concretos. En caso contrario, todo será una retórica hueca.
Gracias
Hithem por compartir tus reflexiones con Deusto Alumni Time. Para terminar,
deseando que la paz se consiga cuanto antes, ¿algo que quieras añadir?
Quería agradecer a Deusto Alumni Time, a
sus gestoras y gestores, por dar voz y espacio a nuestros puntos de vista.
Desear Felices Fiestas Navideñas a todas y
todos. Esperemos que las próximas se celebren en Belén y Gaza en paz, justicia
y fraternidad.
Fotografías: Archivo personal de Hithem Abdulhaleem, y encabezado, extraída de poesiaarabe.com