Wednesday, March 01, 2023

Reactivación de los Blogs de EiTB


Buenas tardes.

Tras la noticia del pasado lunes 27 y gracias a las gestiones de Arantza Echaniz, EiTB ha reactivado todos sus Blogs y ha informado de que va a replantearse la decisión de eliminarlos.

Por tanto, el Blog de Inteligencia Emocional (https://blogs.eitb.eus/inteligenciaemocional/) también continúa.

Una gran noticia. ¡Gracias Arantza!

(Cristina Zurita, Javier Riaño, Maribel Navascués , Mikel Bilbao, Pablo Cueva y William Restrepo: ¡seguimos! #blogs).

Monday, February 27, 2023

Eliminación del Blog de Inteligencia Emocional de EiTB


Buenos días.

Acabamos de ser informados por nuestra coordinadora, Arantza Echaniz Barrondo, de que, sin previo aviso, EiTB ha eliminado de su base de datos todos los blogs que alojaba.

Por tanto, también el Blog de Inteligencia Emocional en el que colaboraba con Arantza Echaniz, Cristina Zurita, Javier Riaño, Maribel Navascués, Mikel Bilbao Garay, Pablo Cueva y William Restrepo.

Ha sido un placer compartir con todas estas personas retazos de nuestras vidas, experiencias y reflexiones en los últimos cinco años.

Las publicaciones de quien les escribe ahora y que aparecían en ese Blog están disponibles en https://ametxazurra.blogspot.com/search/label/EiTB

Gracias y perdón por las molestias.

Monday, February 13, 2023

Madurez

 

Foto de leah hetteberg en Unsplash

 [He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de EiTB el 13.02.2023]

Según el Diccionario de la lengua española, en sus segunda y tercera acepciones, madurez es el “período de la vida en que se ha alcanzado la plenitud vital y aún no se ha llegado a la vejez” y el “buen juicio o prudencia, sensatez”. En el primer significado, “condición o estado de maduro”, nos redirige a este último concepto, maduro, ra, al que, en relación con la persona, lo define como el de alguien: “que ha alcanzado un estado de desarrollo adecuado para su utilización, funcionamiento o empleo”, “que ha alcanzado la capacidad mental propia de una persona adulta” o “que ha dejado de ser joven, pero no ha llegado a la vejez”.

Observando estas definiciones, parecería que la madurez se alcanza con los años, antes de llegar a la vejez y después de ser joven, cuando la persona se hace adulta, por el puro paso del tiempo. Y esto ocurre, al parecer, entre los 25 y los 60 años. Por otra parte, desde el punto de vista biológico, como en la mayoría de las especies, la madurez es un estado que se alcanza cuando el desarrollo físico y sexual está completo.

Visto y vivido lo sucedido desde los noventa con el cambio de milenio y particularmente en estos últimos quince años, de 2008 a 2023, tengo la impresión de que los conceptos manejados en los párrafos anteriores resultan difusos, laxos y hasta obsoletos en gran medida. ¿Qué es la “plenitud vital”? ¿Qué es “ser una persona adulta”? ¿Cuándo llegamos a “la vejez”? ¿Coincide nuestra evolución cerebral y conductual con las tradicionales fases temporales de niñez, adolescencia, juventud, madurez y vejez?

Con relación a los dos primeros periodos, y citando el estudio realizado en la Kansas State University, Holley Korbey aborda este tema enfatizando la percepción del alumnado universitario frente a cuestiones como el afrontamiento del conflicto y el manejo del estrés, la ansiedad y la depresión.

 «...cada vez hay más pruebas de que los problemas de la "edad adulta" y la salud mental de los universitarios pueden tener su origen, al menos en parte, en la infancia moderna. Las investigaciones demuestran que los jóvenes carecen de resiliencia emocional e independencia en comparación con las generaciones anteriores. El problema ha ido creciendo paralelamente al aumento de las tasas de ansiedad y depresión, quizá exacerbado por la pandemia de la COVID-19, y ha hecho que las universidades se esfuercen por ayudar y adaptarse.

“Algunos padres han estado criando a sus hijos de forma diferente, tienen ese valor del éxito a toda costa", afirma Dori Hutchinson, directora ejecutiva del Centro de Rehabilitación Psiquiátrica de la Universidad de Boston. "Me gusta describirlo como que algunos niños crecen con retraso en su desarrollo, los jóvenes de 18 años de hoy son como los de 12 de hace una década. Tienen muy poca tolerancia al conflicto y al malestar, y la COVID acaba de ponerlo en evidencia”» (Traducido de Korbey, 2022).

En las franjas temporales siguientes, encontramos a jóvenes de 30 años que no han abandonado el hogar familiar, y en sus cuarenta a madres y padres —bi o monoparentales— esperando bebés o criando niños y niñas pequeños.


Foto de Mario Purisic en Unsplash

Asimismo, son muchas las personas de entre 45 y 55 años que experimentan incertidumbre en o pérdida de sus trabajos y/o pasan por rupturas sentimentales. Situaciones que les obligan a situarse nuevamente ante una crisis, la de una segunda pubertad, que les coloca otra vez, pero mucho más tarde, en el momento de decidir cómo vivir hasta llegar a la vejez tras la pérdida de todo, o de gran parte, de lo construido hasta ese momento. Algunas de ellas reviven literalmente su época de púberes.

«... (no tiene por qué pasarle a todo el mundo) se les activa un malestar y una inquietud que puede llevar a rupturas de costumbres, hábitats e incluso lazos familiares y de pareja intentando volver a encontrar sensaciones perdidas. Pueden recurrir a fantasías de omnipotencia, idealización y control obsesivo característicos de otras épocas.

Dicho en cristiano, comienzan a vestirse como jovencitos recién salidos del "insti", asumen conductas arriesgadas, se vuelven rebeldes, quieren cambiar de vida o simplemente de físico por lo que se apuntan a la lista de espera de los centros de estética o al gimnasio exprés» (Serrano-Rosa, 2019).

Llegando a la jubilación (en torno a los 65), hoy en día nadie se siente viejo o vieja —anciana o anciano— todavía.

Las personas adolescentes estadounidenses mencionadas al principio mostraban retrasos en su maduración por falta de la adquisición de la resiliencia emocional e independencia en su infancia. Tras el breve recorrido presentado aquí hasta la jubilación, ¿podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que quienes estamos en las fases siguientes de nuestro desarrollo vital estamos (o somos) maduros? Además de esas dos capacidades o condiciones vitales —resiliencia e independencia—, ¿dónde quedan la proactividad, la empatía, la solidaridad, el pensamiento crítico, la conducta razonable, la aceptación de críticas y expresión de las nuestras de forma asertiva, la aceptación responsable de las consecuencias de nuestros actos y decisiones, etc.?

Aceptar sin temor el final de una etapa y el comienzo de otra, y prepararnos bien para encarar el nuevo camino que se nos abre, nos ayudará a reflexionar sin prisas sobre las decisiones a tomar. Nunca es tarde para comenzar este entrenamiento o para reforzar el que traíamos en nuestro acervo. Tener más o menos años, no basta para alcanzar la madurez.

Para reflexionar sobre algunos puntos de este tema, me permito recomendar las entradas de Arantza Echaniz: Sobre la resiliencia y ¡Tropezar no es malo! ¡Y caer no es peor!


Bibliografía

Diccionario de la lengua española. Madurez. RAE. Recuperado de https://dle.rae.es/madurez

Diccionario de la lengua española. Maduro, ra. RAE. Recuperado de https://dle.rae.es/maduro

Echaniz Barrondo, Arantza (2023, 6 de febrero). Sobre la resiliencia. Recuperado de http://echanizbarrondo.blogspot.com/2023/02/sobre-la-resiliencia.html

Echaniz Barrondo, Arantza (2018, 7 de mayo). ¡Tropezar no es malo! ¡Y caer no es peor! Recuperado de https://echanizbarrondo.blogspot.com/2018/05/tropezar-no-es-malo-y-caer-no-es-peor.html

Enciclopedia Concepto. Madurez. Editorial Etecé. Recuperado de https://concepto.de/madurez/

Ruiz Mitjana, Laura (2022, 25 de diciembre). Los adolescentes de 18 años de hoy son como los de 12 años de hace una década: tienen menos resiliencia emocional e independencia. Bebés y más. Recuperado de https://www.bebesymas.com/ser-padres/adolescentes-18-anos-hoy-como-12-anos-hace-decada-tienen-resiliencia-emocional-e-independencia

Korbey, Holly (2022, 20 de diciembre). Young adults are struggling with their mental health. Is more childhood independence the answer? Recuperado de https://www.kqed.org/mindshift/60624/young-adults-are-struggling-with-their-mental-health-is-more-childhood-independence-the-answer

Serrano-Rosa, Isabel (2019, 26 de diciembre). Crisis de la mediana edad: volver a la adolescencia a los 50 años. El Mundo. Recuperado de https://www.elmundo.es/vida-sana/mente/2019/12/26/5e009b76fc6c83c8578b459d.html


[Adaptación publicada en Ciudad Nueva, marzo 2023, pp.36, 37.]  CN 202303 De Edad en Edad de JC Duque Ametxazurra

Tuesday, November 15, 2022

No mezclar churros con meninas


Foto de
Lucas Calloch en Unsplash

 

[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de EiTB el 15.11.2022]

Me contaba recientemente un amigo que una profesora de literatura que tuvimos se encontró con él y no podía parar de reír mientras intentaba repetirle algo que había oído en un programa de televisión: la lindeza que encabeza estas líneas.

Lo primero que conviene hacer es no confundir la locución transcrita con la original de la que se deriva y que hace referencia a dos tipos distintos de ovejas de la península ibérica: churras, de exquisita carne y rica leche, pero cuya lana no sirve para mucho, y merinas, con el cuerpo, la cabeza y las extremidades cubiertas por una lana muy fina, corta y rizada, pero cuya carne y leche no son tan sabrosas.

Por otra parte, y ciertamente, no hay que mezclarlos. Básicamente porque los churros son una pasta frita de harina, agua y sal que suele tomarse con chocolate caliente o café con leche —bien para desayunar o merendar— y meninas son las niñas de familia noble que entraban en palacio para servir a la reina o a sus hijos, como las dos que dan nombre al famoso óleo sobre lienzo de 1656 pintado por Diego Velázquez.

Hablando de lienzos, tampoco es recomendable mezclar sopa de tomate, puré de patata, tartas o pegamento con famosos óleos o figuras de cera, lanzándolos a sus vidrios protectores, o adhiriendo las manos a los marcos respectivos o a las paredes de los que cuelgan, por muy loable que sea la causa esgrimida para hacerlo.

Según los datos que he podido recabar, desde el pasado mes de mayo se han perpetrado distintos actos vandálicos —que, sin embargo, no han dañado las obras— en museos europeos y australianos, con el ánimo de llamar la atención de la opinión pública contra el cambio climático y el escaso cumplimiento por parte de los gobiernos del planeta de los compromisos firmados.

Foto de Tobias Rademacher en Unsplash

- Un visitante ha lanzado lo que parece ser una tarta contra el cuadro La Gioconda de Leonardo da Vinci, Museo del Louvre, París (29/05).

- Dos activistas pegaron sus manos con pegamento instantáneo al cristal que protege el cuadro La Primavera de Sandro Botticelli en la sala de la Galería de los Uffizi, Florencia (22/07).

- Dos activistas rocían con sopa de tomate el cristal protector de Los Girasoles de Van Gogh en la National Gallery de Londres (14/10), o con puré de patatas sobre el vidrio de una obra perteneciente a la serie Les Meules (Los Almiares) de Claude Monet en el Museo Barberini de Potsdam, Berlín (23/10). Al día siguiente, dos activistas lanzan sendas tartas a la figura de cera del rey Carlos III en el museo Madame Tussauds, Londres. Otros dos atacan el cuadro La joven de la perla, de Johannes Vermeer en la Galería Mauritshuis, La Haya (27/10).

- Asimismo, militantes ecologistas pegaron sus manos al marco de dos pinturas de Goya (La maja desnuda y La maja vestida) en el Museo del Prado de Madrid (5/11) o sobre las protecciones de la célebre serigrafía Campbell’s Soup de Andy Warhol, expuesta en la Galería Nacional de Australia en Canberra (9/11).

Las reacciones posteriores, crispadas y enfrentadas, alentadas por los medios de comunicación y las redes sociales, han conseguido asentar las posiciones de defensores y detractores.

Aunque el 9 de noviembre el Comité Nacional alemán del ICOM (International Council of Museums) junto con 92 museos internacionales lanzó un breve comunicado (Goldstein, 2022) contra estas agresiones, dos días después el propio Consejo Internacional de Museos (ICOM), en nombre de todos sus asociados, emitió otro interpelando a los ecologistas, a la opinión pública y a la COP27 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático) —Museos y activismo climático (ICOM, 2022)—, declarando que “desea reconocer y compartir tanto las preocupaciones expresadas por los museos respecto a la seguridad de las colecciones como las de los activistas climáticos, ya que nos enfrentamos a una catástrofe medioambiental que amenaza la vida en la Tierra. El ICOM considera que la elección de los museos como escenario de estas protestas es un testimonio de su poder simbólico y su relevancia en los debates en torno a la emergencia climática”.

Asimismo, “el ICOM desea que los museos sean vistos como aliados para hacer frente a la amenaza común del cambio climático, recuerda la necesidad de actuar con decisión para reducir las emisiones de carbono y mitigar el calentamiento global y nos anima a dar un paso adelante por nuestro planeta de forma colectiva y unida, ya que no hay solución climática sin transformar nuestro mundo”.

Lejos de entrar en una batalla dialéctica con las ONG y asociaciones ecologistas, el ICOM da una lección de comunicación asertiva. La asertividad no es solamente decir lo que pensamos. Es comprender nuestras necesidades, reconocer y controlar nuestras emociones y, finalmente, tratar de conectar empáticamente con los demás. El ICOM ha aplicado la técnica del obsenepe (Duque, 2019):

[Ob]servar (sin juicios): Ve las agresiones, pero también que no ha habido daños irreversibles. Observa que estas acciones provocativas han atraído la atención internacional hacia la lucha contra el cambio climático. Observa el poder simbólico y el protagonismo de los museos en los debates climáticos.

[Se]ntir (identificar los sentimientos provocados por lo observado): Siente incomodidad y preocupación por lo sucedido en los museos y por la forma de reivindicación utilizada, pero también siente incomodidad y preocupación por la situación climática del planeta.

Identificar [ne]cesidad(es) [no satisfecha(s)]: (...) nos enfrentamos a una catástrofe medioambiental que amenaza la vida en la Tierra (...) No hay solución climática sin transformar nuestro mundo.

Formular una [pe]tición (expresar con claridad lo que se espera): Que los museos sean vistos como aliados en la lucha contra el cambio climático y que actuemos de forma colectiva y unida.

Ciertamente, no hay que mezclar churras con merinas. No es conveniente poner en el mismo plano fondo y forma, sino encararlos de forma diferenciada. Y procurar, en la medida de lo posible, aunar fuerzas para solucionar problemas comunes.

Foto de Birmingham Museums Trust en Unsplash

 

Bibliografía

Centro Virtual Cervantes. No hay que mezclar churras con merinas. Recuperado de: https://cvc.cervantes.es/lengua/refranero/Ficha.aspx?Par=59214&Lng=0

Duque, Juan Carlos (2019, 21 de enero). Disonancias. Recuperado de: https://blogs.eitb.eus/inteligenciaemocional/2019/01/21/disonancias/

Goldstein, Caroline (2022, 9 de noviembre). ‘We Have Been Deeply Shaken’: 92 Museum Leaders Release Statement Addressing Climate Actions That Target Works of Art. Recuperado de: https://news.artnet.com/art-world/icom-statement-museum-climate-action-vandalism-2207520

ICOM (2022, 11 de noviembre) Comunicado: Museos y activismo climático. Recuperado de: https://icom.museum/es/news/declaracion-museos-y-activismo-climatico/

 



Friday, September 16, 2022

¡Qué mundo tan maravilloso!

 

Foto de NathanDumlao en Unsplash

[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de EiTB el 16.09.2022]

Cuando comenzó el mes de agosto estaba convencido de que el verano me iba a permitir deshacerme de una pegajosa e incómoda sensación de pesadez que llevaba arrastrando hacía ya un tiempo, quizás demasiado.

Habíamos planificado hacer un corto viaje con unos amigos hasta el norte de Portugal, donde entramos por Miranda do Douro. Nuestro centro de operaciones se situaría en Apúlia, una pequeña población costera en el distrito de Braga, desde la que podríamos desplazarnos cómodamente hasta Guimarães, Porto, Barcelos y Braga capital. Estas escapadas serían todas matutinas. El sol tardaba en deshacer la cotidiana, fría y húmeda bruma oceánica y nos refugiábamos en el interior, admirando la belleza, y conociendo la historia, de la cuna de Portugal. Por las tardes, ya de regreso, leíamos, tomábamos el sol, paseábamos, alguien incluso se atrevía con el Atlántico y descansábamos en la playa hasta el ocaso.

 A pesar de la compañía, el encanto del entorno y la tranquilidad circundantes, el lastre que oprimía mi frente no desaparecía. Tampoco incomodaba en exceso... Simplemente seguía ahí, presionando persistentemente. Aunque esos días no tuvimos demasiado tiempo, ni ganas, de estar al día con las noticias, cada vez que nos movíamos encontrábamos incendios activos en la distancia o zonas devastadas por las llamas en la cercanía de nuestra ruta. Ucrania y su situación, por poco que quisiéramos saber, no vaticinaba ninguna solución a corto plazo. La tensión provocada con China tras la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes norteamericana Nancy Pelosi, la eliminación tras un ataque con drones por parte del ejército estadounidense del líder de Al Qaeda Ayman al Zawahiri, las revueltas en Sri Lanka, el Líbano o Irak. Los continuos enfrentamientos en el Sahel, el Congo, Gaza. Incluso en Nagorno-Karabaj (en Azerbaiyán con población armenia). Las crisis humanitarias en Afganistán, Burkina Faso, Etiopía, Somalia, Sudán del Sur y Yemen. Las inundaciones en Pakistán, los movimientos de migrantes jugándose la vida en el Mediterráneo o en el Atlántico... La subida de precios. La escandalosa y exponencial crecida de los beneficios de las empresas energéticas y la banca... ¡Y un calor! Un calor asfixiante que se mantenía inamovible mañana, tarde y noche. Todas estas realidades seguían golpeando mi cuerpo, mi cabeza y mi conciencia. Y yo, ¿qué podía hacer?

El verano siguió y cambiamos el escenario y la compañía. Caí en la cuenta de que, además de lo ya expuesto, arrastrábamos dos años largos de pandemia, de pérdida de familiares, de compañeros y de amigos, más las propias mermas, fruto directo, además, del paso del tiempo... Y yo, ¿qué podía hacer?

Recordé a María Belón (AprendemosJuntos, 2021) hablando del sentido de la vida tras la traumática y angustiosa experiencia vivida por ella y su familia en el tsunami del 26 de diciembre de 2004 en Tailandia. La lección aprendida era bien simple: "el sentido de la vida es amar". Deseé no tener que esperar un tsunami para aprender la lección...

What a wonderful world!



https://youtu.be/VqhCQZaH4Vs

¡Qué Mundo tan Maravilloso!

Veo árboles tan verdes, rosas rojas también

Los veo florecer para mí y para ti

Y me digo a mí mismo: ¡Qué mundo tan maravilloso!

 

Veo cielos tan azules y nubes tan blancas

Los días benditamente brillantes, las noches sagradamente oscura

Y me digo a mí mismo: ¡Qué mundo tan maravilloso!

 

Los colores del arco iris, tan bonito en el cielo

También están en los rostros de personas que van por ahí

Veo amigos dándose la mano, diciendo: ¿Cómo estás?

Están realmente diciendo: ¡Te quiero!

 

Escucho bebés llorar, los veo crecer

Van a aprender mucho más, de lo que yo nunca sabré

Y me digo a mí mismo: ¡Qué mundo tan maravilloso!

Sí, me digo a mí mismo: ¡Qué mundo tan maravilloso!

 

Referencias

AprendemosJuntos (2021, 17 de noviembre). "El sentido de la vida es amar". María Belón, médico y psicoterapeuta [archivo de vídeo]. https://youtu.be/lgo60SeJzl8

 


Friday, July 15, 2022

Erótica de la negatividad

 

Foto de Adrian Swancar en Unsplash


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de EiTB el 15.07.2022]

En nuestra calidad de mamíferos superiores no podemos escapar, total y afortunadamente, de nuestros instintos. Es decir, no podemos dejar de ser, mal que nos pese, animales. ¡No queda otra que reconocerlo! Evolutivamente, nuestros cerebros están programados, entre otras cosas, para la supervivencia, para defendernos y/o protegernos de los posibles peligros que acechen nuestra vida o la de nuestra manada. Estamos genéticamente programados/as para sospechar, percibir, reconocer o intuir lo desconocido que podría hacernos daño o aniquilarnos individual o colectivamente. Es por esto que tendemos más a percibir lo negativo y lo peligroso que lo positivo.

 Desde el aspecto meramente instintivo, todo lo que encaje en lo descrito en el párrafo anterior atraerá como un potente imán nuestra atención y, más que probablemente, nuestra acción. Nuestros cerebros necesitan la mayor información posible para mantenernos a salvo.

Por este motivo el cerebro humano no es amigo de la incertidumbre. Necesitamos esa información para mantenernos a salvo. Nuestro cerebro lo sabe, y moviliza ciertos recursos para obtenerla. Quizás sea el motivo por el que tenemos esa necesidad imperiosa de pararnos con el coche ante un accidente de tráfico en el carril contrario. O ver el siguiente episodio de nuestra serie favorita cuando se queda en mitad de la acción. Saber nos calma y da seguridad (Cardell, 2020).

Vivimos en la era de Internet, en la de la información global, pero sin claros referentes informativos. La llamada democratización de la información escasea de fuentes fiables y excede de informantes de dudosa legitimidad. Si a esto sumamos nuestro instinto natural para la búsqueda de información preventiva, podemos caer en lo que se ha denominado el doomscrolling (del inglés doom = muerte, fatalidad, maldición, destino y scroll = desplazarse por las pantallas de los dispositivos informáticos) y que podríamos definir como la búsqueda obsesiva de información que nos dé certezas para prepararnos para la defensa en un mar de informaciones negativas e inciertas. Los algoritmos de las redes sociales hacen su trabajo y nos ceban de lo que más se ajuste a nuestras preferencias. Y, tarde o temprano, nuestros cerebros se colapsan. Quedamos atrapados en un bucle de ansiedad y depresión en el momento actual (Cardell, 2020). En este sentido el doomscrolling puede llegar a convertirse en una peligrosa adicción: la dependencia nociva de recibir malas noticias.

 El consumo de malas noticias nos provoca inevitablemente emociones negativas. Según Eduardo Torrecillas, las emociones negativas pueden convertirse en disfuncionales dependiendo de su intensidad. Las emociones son humanas, es decir, el humano está diseñado para crear, experienciar y en definitiva vivir todo tipo de emociones, tanto negativas como positivas. Y resulta que a veces, buscando el escapar del estado de ánimo desagradable, acabamos viviendo uno que nos daña aún más (Torrecillas, 2015). Así, la preocupación, exacerbada, se convierte en ansiedad. La tristeza en depresión. El enfado, si es con uno mismo, en culpabilidad, y si es hacia las/os otras/os, en ira.

Una vez más, ser conscientes de lo que hacemos y sus consecuencias es el primer paso para tomar las medidas necesarias para conseguir una relación saludable con las nuevas tecnologías y ayudarnos a mantener un cierto equilibrio emocional.

Como dice el antiguo proverbio chino: Si las cosas tienen solución, ¿por qué preocuparse? Y si no la tienen, ¿por qué preocuparse?

Bibliografía

Cardell, Fabián (2020, 17 de diciembre). Doomscrolling: el cortocircuito de nuestro cerebro. Recuperado de https://psicologiaymente.com/social/doomscrolling

Torrecillas Rivera, Eduardo (2015, 16 de noviembre) ¿Son las emociones negativas tan malas como parecen? Recuperado de https://psicologiaymente.com/psicologia/emociones-negativas-malas-como-parecen



Tuesday, May 17, 2022

No a la inversa

 

Photo by Boston Public Library on Unsplash

[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de EiTB el 17.05.2022]

Nos informa el Diccionario de la Real Academia de que comunicar, además de provenir del latín communicare, presenta once acepciones de las que cinco de las seis primeras hacen referencia a acciones que implican compartir, informar, transmitir o consultar entre congéneres de la especie homo sapiens.

Todo ese proceso de comunicación requiere alguien que emita, alguien que reciba, un mensaje, un canal ­—medio por el cual se transmite—, un código y un contexto. Entre los distintos medios artificiales —el natural es el aire— encontramos los audiovisuales, los radiofónicos, los impresos y los digitales. Y entre los tipos de comunicación tenemos principalmente la verbal —oral o escrita—, la no verbal —lenguaje corporal— y la gráfica.

No es necesario hacer hincapié en la influencia que la publicidad ha tenido y tiene sobre las decisiones de compra y consumo de la población, por no mencionar, además, las múltiples evidencias de manipulación informativa que venimos padeciendo y de las que hemos sido conscientes muy recientemente, amén de las adicciones tecnológicas desarrolladas y diagnosticadas en las últimas décadas.

Resulta paradójico que herramientas que fueron ideadas para el acercamiento y la comunicación de y entre personas, mediante su uso malintencionado e interesado lleguen a convertirse en sutiles armas de manipulación, aislamiento e incomunicación.

Photo by Erik Lucatero on Unsplash

Pero, ¿todo el enemigo se halla oculto tras el anonimato de las redes sociales o de las campañas publicitarias?

— ¡Perdona! Es un momentito...

— ¡Dame un segundo!

— ¡Es urgente!

— ¡Ya termino!

— ¡Voy, voy, voy...!

Estas u otras expresiones similares son las que nos dicen —o decimos—, cada vez más frecuentemente, mientras estamos con alguien en nuestro tiempo libre, tomando un café, en una comida, dando un paseo, viajando en un tren, autobús o avión, sentados en la sala de nuestra casa o en un parque y llevamos “cosido” en nuestra mano un teléfono inteligente que, como un niño caprichoso y maleducado, reclama constantemente nuestra atención. No nos damos cuenta, pero en muchas ocasiones dejamos con la palabra en la boca a quien está con nosotros y, tras nuestra “desconexión” no recordamos cuál era el tema de conversación o ni tan siquiera quién estaba hablando.

Cuando esto se produce, inconscientemente entramos en dos procesos. Uno de actitud multitarea e hipervigilancia personal obsesiva, respondiendo mensajes que se encadenan con otros mensajes, pasando por la revisión de mis otras redes sociales “por si hay algo”, etc. y un segundo de ninguneo para con la/s persona/s que nos acompaña/n: no son tan urgentes ni importantes como lo que tenemos que ver, oír, leer y/o contestar mediante nuestros smartphones y, consecuentemente, la/s ignoramos.

Este fenómeno ha generado un neologismo que lo describe: ningufonear (acrónimo de ningunear y telefonear. Adaptación del inglés phubbing  —de phone y snubbing— con igual significado). Descrito ya como fenómeno social por algunas investigaciones realizadas entre 2012 y 2016, lo definen como una conducta que responde a una adicción a internet y su uso desmesurado comparable a la ludopatía (Macedo, s.f.).

Al producirse cada vez con mayor frecuencia en nuestros entornos sociales, la asumimos como normal y aceptable en nuestras relaciones interpersonales. Como seres sociales que somos, reaccionamos con reciprocidad: unas veces soy ignorado por ti y otras soy yo quien te ignora. Finalmente, terminamos por ignoramos simultánea y recíprocamente. Esta normalidad y aceptación no nos permiten percibir cómo se va minando nuestra autoestima y aumentando nuestra insatisfacción.

Photo by McKaela Taylor on Unsplash

Y de nuestros ambientes sociales vamos trasladándola a nuestros entornos más íntimos: nuestras relaciones familiares o de pareja.  Sin apenas darnos cuenta, el número de conflictos provocados por la falta de atención debida a las interrupciones generadas por el phubbing acaban mermando gravemente las relaciones, afectan a la calidad de vida y crean un entorno propicio para la aparición de síntomas depresivos.

Si en algún momento percibimos que estamos ningufoneando a alguien, o que estamos siendo ningufoneados, quizás sería ese el momento de replantearnos cómo gestionamos nuestro autocontrol, qué uso estamos haciendo de nuestro teléfono y cuánto valoramos nuestras relaciones. No se trata de abandonar el uso de las nuevas tecnologías, sino de ponerlas en su sitio: al servicio de la humanidad. No a la inversa.

Bibliografía

FundeuRAE (2016, 11 de agosto).  Phubbing puede traducirse como ningufonear. Recuperado de https://www.fundeu.es/recomendacion/phubbing-puede-traducirse-como-ningufonear/

 Macedo, Joaquín (2016, 29 de septiembre) ¿​Qué es el “Phubbing” y cómo afecta a nuestras relaciones? Recuperado de https://psicologiaymente.com/social/phubbing


[Adaptación publicada en ComunicaciónCiudad Nueva, junio 2022, p.38. Publicada en el Blog de Ciutat Nova el 11/07/2022 (Català Castellano).]