[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 15.02.2019. Este Blog fue cerrado el 01/07/2024]
Esta es
la historia de dos jóvenes que no se conocieron. Él tenía veintisiete años. Ella
veinte. Aunque vivían en la misma ciudad, nunca se habían visto. Ni estudiaron
en el mismo colegio, ni compartieron amigos, ni sabían de sus gustos y
aficiones… Sin embargo, de niños, sin saberlo ninguno de los dos, habían sido
casi vecinos.
Él se
quedó huérfano a los 15, y a los 17 tuvo que ponerse a trabajar para pagar sus
estudios, su casa, su comida… No fueron años fáciles. Afortunadamente, encontró
buenos amigos y amigas que estuvieron a su lado y lo adoptaron, arropándolo y apoyándolo en su camino.
Ella se
había criado con sus tíos. No tenían hijos. Él era un buen médico, y decidió
cuidar de ella al haber nacido con una delicada enfermedad que requería
cuidados constantes. Creció con él y su mujer, superó la enfermedad y, durante
los fines de semana y las vacaciones, convivía con sus hermanas y sus padres.
Más allá
de las circunstancias, los dos habían crecido suficientemente felices y
recordaban con mucho cariño y admiración los primeros años de sus respectivas vidas.
Junto a esto, tenían algo más en común: ambos habían sido formados por sus
familias en los mismos valores y principios, con los mismos objetivos, y ambos
llegaron a la adolescencia como jóvenes convencidos, comprometidos y entregados
a distintas causas por las que luchaban con sinceridad y dedicación.
Seis años
después, él ya tenía dos hijos – un niño y una niña. Ella se vestía de blanco.
Habían decidido sus caminos y, siguiendo sus convicciones, habían decidido
hacer realidad su sueño: formar cada uno su propia familia. En estas aventuras
embarcaron, mientras seguían desarrollando sus carreras académicas y
profesionales y, podríamos decir, que con éxito.
Pasaron
dieciséis años más para ella hasta que su sueño se rompió en mil pedazos. El de
él quedó hecho añicos un año más tarde. A esas alturas, ella ya tenía dos hijos
y él era padre de un muchachote y de tres niñas. Los dos sabían que ahora
tocaba seguir adelante intentando no perder el norte y asumiendo que, por
encima de todo, tenían que estar de pie para sus hijos.
Aconteció
que los dos trabajaban en la misma empresa. Por esas casualidades de la vida,
un día llegaron finalmente a conocerse sin buscarlo, casi sin querer... Han
compartido mucha vida en los últimos seis años… En enero decidieron unir sus
vidas para siempre en el mes de marzo. ¡Felicidades y suerte! Os lo merecéis…