Monday, July 21, 2025

De jefaturas y liderazgos

 

Foto de Rineshkumar Ghirao en Unsplash

[Esta entrada ha sido publicada en la revista LAR #6 Verano 2025, sección Melodías, p. 8, y en la web el 23 de junio de 2025. Castellano Català]

¿Qué líderes queremos?

Hace ya un tiempo que oímos expresiones como “el líder del equipo”, “la líder del partido” o “la lideresa, o el líder, del país” en referencia al capitán de una agrupación deportiva, la presidenta o secretaria general de una organización política o la persona que ocupa la máxima posición en el gobierno de una nación. Otro tanto encontramos en la denominación como líder o lideresa que se da a diferentes niveles y en múltiples sectores a quienes ocupan un puesto de mando, esto es, una jefatura.

Estos ejemplos ponen en evidencia más un deseo que una realidad. Contratar, elegir, nombrar o poner a alguien al frente, al mando de algo, en el mejor de los casos, presupone que es la persona más preparada y capacitada para tomar las riendas de lo que haya que hacer. Después tendrá que demostrarlo. Llamarla líder no le confiere automáticamente ninguna cualidad extra. Si esta persona tiene que dirigir lo que sea, además de ser profesionalmente buena a título individual, tendrá que aprender o mejorar, desarrollar y demostrar otro tipo de habilidades.

El Dalái Lama[1], tras años de relación con líderes de gobiernos, empresas y otras organizaciones, subraya que estas personas “tienen un fuerte impacto en la vida de las personas y en cómo se desarrolla el mundo”. Y reconociendo el deseo de felicidad de la humanidad, promueve la reinstalación de “un compromiso con la unidad de la humanidad y el altruismo hacia nuestros hermanos y hermanas. (...) Las personas a menudo no se dan cuenta de que la bondad, la compasión y el amor son factores que contribuyen a nuestra supervivencia”.

Hace más de dos mil años, dos discípulos de Jesús discutían por ocupar un puesto relevante en la jerarquía de su reino. Los demás, al enterarse, se enfadan. Él los reúne y les dice:

«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida...»[2].

Seguir a un “líder” bailando bobaliconamente está bien como divertimento. Poco más...

 

Tema musical:

Sol Habana: Follow the leader 



[1] El Dalái Lama sobre por qué los líderes deben ser conscientes, altruistas y compasivos. https://bit.ly/3RsuOcU

[2] Mt 20, 20-28. https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/nuevo-testamento-mateo/

Wednesday, January 08, 2025

Cuídame

 

Imagen de Tung Lam en Pixabay

[Esta entrada ha sido publicada en la revista LAR #4 Invierno 2024, sección Melodías, p. 8, y en la web el 20 de diciembre de 2024. Castellano Català]

El primer signo de civilización

Cuando nos sentimos fuertes, con salud, en un entorno seguro y rodeados de personas que nos inspiran confianza a menudo olvidamos lo frágiles que somos. Este olvido, además, es inversamente proporcional a nuestra edad. Podemos encontrarnos con nuestra vulnerabilidad de forma inesperada. Una catástrofe natural, un accidente, una enfermedad, la súbita muerte de alguna persona cercana, la pérdida del trabajo, para demasiadas personas la guerra..., o plácidamente cuando poco a poco nos acercamos al final de nuestro camino. ¿Habrá alguien que no necesite cuidados en algún momento de su vida?

La antropóloga estadounidense Margaret Mead consideraba que el primer signo de civilización en una cultura antigua fue cuando se descubrió un fémur fracturado que apareció sanado. En el reino animal, si te rompes una pierna, mueres. No puedes buscar comida o agua ni huir del peligro, siendo presa fácil para los animales salvajes. Y ningún animal con una extremidad motriz rota sobrevive lo suficiente para que el hueso se suelde por sí solo. De modo que un fémur roto curado evidencia que alguien se quedó con quien se lo rompió, y le vendó e inmovilizó la fractura. Es decir, lo cuidó.

Cuidar es algo inherente al ser humano. E implica acercamiento, comunicación, es decir escucha y entendimiento de las necesidades más allá de las palabras, atención a los gestos, actitudes y silencios. No impone, sino que acompaña y asiste en lo físico, en lo emocional, espiritual y social.

La carga del cuidado no profesional, por tanto ni remunerado ni reconocido, todavía recae principalmente en las mujeres y las niñas, mostrando una distribución de responsabilidades nada equitativa y que, además, vulnera sus derechos humanos. Y en el ámbito profesional se mantiene este desequilibrio numérico...

Todo parece indicar que en los últimos años está habiendo un notable incremento de la concienciación y de la participación ciudadana en cuestiones relacionadas con el cuidado. De personas, el medio ambiente, la economía sostenible, nuestra propia supervivencia, la reacción ante catástrofes... Aunque las noticias se obstinan en mostrar únicamente los aspectos negativos del lado más oscuro de nuestro planeta, me viene en mente lo que le contestó Jesús al maestro de la ley tras contarle el episodio del samaritano: “¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo». (Lc 10:36-37)

Tema musical:

Pedro Guerra, Jorge Drexler: Cuídame (Directo Libertad 8)