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[Esta entrada ha sido publicada en la revista LAR #6 Verano 2025, sección Melodías, p. 8, y en la web el 23 de junio de 2025. Castellano / Català]
¿Qué líderes queremos?
Hace ya un tiempo que oímos expresiones como “el líder del equipo”, “la líder del partido” o “la lideresa, o el líder, del país” en referencia al capitán de una agrupación deportiva, la presidenta o secretaria general de una organización política o la persona que ocupa la máxima posición en el gobierno de una nación. Otro tanto encontramos en la denominación como líder o lideresa que se da a diferentes niveles y en múltiples sectores a quienes ocupan un puesto de mando, esto es, una jefatura.
Estos ejemplos ponen en evidencia más un deseo que una realidad. Contratar, elegir, nombrar o poner a alguien al frente, al mando de algo, en el mejor de los casos, presupone que es la persona más preparada y capacitada para tomar las riendas de lo que haya que hacer. Después tendrá que demostrarlo. Llamarla líder no le confiere automáticamente ninguna cualidad extra. Si esta persona tiene que dirigir lo que sea, además de ser profesionalmente buena a título individual, tendrá que aprender o mejorar, desarrollar y demostrar otro tipo de habilidades.
El Dalái Lama[1], tras años de relación con líderes de gobiernos, empresas y otras organizaciones, subraya que estas personas “tienen un fuerte impacto en la vida de las personas y en cómo se desarrolla el mundo”. Y reconociendo el deseo de felicidad de la humanidad, promueve la reinstalación de “un compromiso con la unidad de la humanidad y el altruismo hacia nuestros hermanos y hermanas. (...) Las personas a menudo no se dan cuenta de que la bondad, la compasión y el amor son factores que contribuyen a nuestra supervivencia”.
Hace más de dos mil años, dos discípulos de Jesús discutían por ocupar un puesto relevante en la jerarquía de su reino. Los demás, al enterarse, se enfadan. Él los reúne y les dice:
«Sabéis
que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No
será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea
vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro
esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir
y a dar su vida...»[2].
Seguir a un “líder” bailando bobaliconamente está bien como divertimento. Poco más...
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