Encontrado en un cuaderno manuscrito, entre unos libros viejos en un puesto del rastro. Tapas rojas, de pequeño tamaño. Caligrafía grácil y armoniosa. Escrito a lápiz... Sin fecha, ni firma, ni datos relevantes para conocer ni al autor (o autora) ni al destinatario o destinataria... Lo comparto en la red por la ternura que rezuma...
"Cada línea que leo de tí me envuelve de la pasión que (creo) te abrasa por mí. Perdona si digo cosas que no son ciertas o jamás las pretendiste. Pero cuando te leo, no sé si soy yo quien interpreta lo que quiere o eres tú quien me dice lo que no se ve. Tiemblo y me turba entender lo que esperas de mí... ¡Gracias por tus deseos! Todos y cada uno de ellos. Sabes, y lo sabes de sobra, que tus palabras no sólo hacen vibrar mi alma... Despiertan todos los sentidos de mi ser y los llevan a límites que me ruborizan sólo al pensarlos. Sabes también, mejor que yo si cabe, que te llamaría a cada instante sólo por oír el aliento de tu voz... Tu risa nerviosa al escucharme y no saber (o no querer) dejarme oír directamente de tus labios lo que escribes... Tus pies sobre la fría arena, cerca del mar... El eco de tus pasos cerca del rastro... Tus anhelos y desvelos cuando, paseando por la gran ciudad o la pequeña playa, con esa ternura que me desarma hasta las cenizas, me haces saber que piensas en mí. Saber qué piensas de mí. Tambien lo que esperas...
Si fueras mujer, si fueras hombre, la intensidad de tu sensibilidad despistaría a todo el mundo en torno: demasiado frágil para ser hombre, demasiado al límite para ser mujer..."
La página se terminaba con los puntos suspensivos. En el reverso sólo se veía el amarillento fondo de algo que fue blanco hace tiempo. Seguí pasando las hojas para continuar leyendo. Tras unos minutos de inútil búsqueda, comprobé que nunca sabría nada más...
1 comment:
Pero la página terminaba con puntos suspensivos. Esos de los que antes se decía que se usaban para no decir cosas, aunque todos sabemos que hay mensajes que no se entenderían sin ellos, incluso algunos dicen que los puntos suspensivos saben más de lo que callan.
Son miradas sobre el papel, puerta abierta, sugerencia, duda o llamada.
Por lo tanto, nadie tiene la certeza de decir si podremos saber o no algo más.
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