Tuesday, November 15, 2022

No mezclar churros con meninas


Foto de
Lucas Calloch en Unsplash

 

[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de EiTB el 15.11.2022. Este Blog fue cerrado el 01/07/2024]]

Me contaba recientemente un amigo que una profesora de literatura que tuvimos se encontró con él y no podía parar de reír mientras intentaba repetirle algo que había oído en un programa de televisión: la lindeza que encabeza estas líneas.

Lo primero que conviene hacer es no confundir la locución transcrita con la original de la que se deriva y que hace referencia a dos tipos distintos de ovejas de la península ibérica: churras, de exquisita carne y rica leche, pero cuya lana no sirve para mucho, y merinas, con el cuerpo, la cabeza y las extremidades cubiertas por una lana muy fina, corta y rizada, pero cuya carne y leche no son tan sabrosas.

Por otra parte, y ciertamente, no hay que mezclarlos. Básicamente porque los churros son una pasta frita de harina, agua y sal que suele tomarse con chocolate caliente o café con leche —bien para desayunar o merendar— y meninas son las niñas de familia noble que entraban en palacio para servir a la reina o a sus hijos, como las dos que dan nombre al famoso óleo sobre lienzo de 1656 pintado por Diego Velázquez.

Hablando de lienzos, tampoco es recomendable mezclar sopa de tomate, puré de patata, tartas o pegamento con famosos óleos o figuras de cera, lanzándolos a sus vidrios protectores, o adhiriendo las manos a los marcos respectivos o a las paredes de los que cuelgan, por muy loable que sea la causa esgrimida para hacerlo.

Según los datos que he podido recabar, desde el pasado mes de mayo se han perpetrado distintos actos vandálicos —que, sin embargo, no han dañado las obras— en museos europeos y australianos, con el ánimo de llamar la atención de la opinión pública contra el cambio climático y el escaso cumplimiento por parte de los gobiernos del planeta de los compromisos firmados.

Foto de Tobias Rademacher en Unsplash

- Un visitante ha lanzado lo que parece ser una tarta contra el cuadro La Gioconda de Leonardo da Vinci, Museo del Louvre, París (29/05).

- Dos activistas pegaron sus manos con pegamento instantáneo al cristal que protege el cuadro La Primavera de Sandro Botticelli en la sala de la Galería de los Uffizi, Florencia (22/07).

- Dos activistas rocían con sopa de tomate el cristal protector de Los Girasoles de Van Gogh en la National Gallery de Londres (14/10), o con puré de patatas sobre el vidrio de una obra perteneciente a la serie Les Meules (Los Almiares) de Claude Monet en el Museo Barberini de Potsdam, Berlín (23/10). Al día siguiente, dos activistas lanzan sendas tartas a la figura de cera del rey Carlos III en el museo Madame Tussauds, Londres. Otros dos atacan el cuadro La joven de la perla, de Johannes Vermeer en la Galería Mauritshuis, La Haya (27/10).

- Asimismo, militantes ecologistas pegaron sus manos al marco de dos pinturas de Goya (La maja desnuda y La maja vestida) en el Museo del Prado de Madrid (5/11) o sobre las protecciones de la célebre serigrafía Campbell’s Soup de Andy Warhol, expuesta en la Galería Nacional de Australia en Canberra (9/11).

Las reacciones posteriores, crispadas y enfrentadas, alentadas por los medios de comunicación y las redes sociales, han conseguido asentar las posiciones de defensores y detractores.

Aunque el 9 de noviembre el Comité Nacional alemán del ICOM (International Council of Museums) junto con 92 museos internacionales lanzó un breve comunicado (Goldstein, 2022) contra estas agresiones, dos días después el propio Consejo Internacional de Museos (ICOM), en nombre de todos sus asociados, emitió otro interpelando a los ecologistas, a la opinión pública y a la COP27 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático) —Museos y activismo climático (ICOM, 2022)—, declarando que “desea reconocer y compartir tanto las preocupaciones expresadas por los museos respecto a la seguridad de las colecciones como las de los activistas climáticos, ya que nos enfrentamos a una catástrofe medioambiental que amenaza la vida en la Tierra. El ICOM considera que la elección de los museos como escenario de estas protestas es un testimonio de su poder simbólico y su relevancia en los debates en torno a la emergencia climática”.

Asimismo, “el ICOM desea que los museos sean vistos como aliados para hacer frente a la amenaza común del cambio climático, recuerda la necesidad de actuar con decisión para reducir las emisiones de carbono y mitigar el calentamiento global y nos anima a dar un paso adelante por nuestro planeta de forma colectiva y unida, ya que no hay solución climática sin transformar nuestro mundo”.

Lejos de entrar en una batalla dialéctica con las ONG y asociaciones ecologistas, el ICOM da una lección de comunicación asertiva. La asertividad no es solamente decir lo que pensamos. Es comprender nuestras necesidades, reconocer y controlar nuestras emociones y, finalmente, tratar de conectar empáticamente con los demás. El ICOM ha aplicado la técnica del obsenepe (Duque, 2019):

[Ob]servar (sin juicios): Ve las agresiones, pero también que no ha habido daños irreversibles. Observa que estas acciones provocativas han atraído la atención internacional hacia la lucha contra el cambio climático. Observa el poder simbólico y el protagonismo de los museos en los debates climáticos.

[Se]ntir (identificar los sentimientos provocados por lo observado): Siente incomodidad y preocupación por lo sucedido en los museos y por la forma de reivindicación utilizada, pero también siente incomodidad y preocupación por la situación climática del planeta.

Identificar [ne]cesidad(es) [no satisfecha(s)]: (...) nos enfrentamos a una catástrofe medioambiental que amenaza la vida en la Tierra (...) No hay solución climática sin transformar nuestro mundo.

Formular una [pe]tición (expresar con claridad lo que se espera): Que los museos sean vistos como aliados en la lucha contra el cambio climático y que actuemos de forma colectiva y unida.

Ciertamente, no hay que mezclar churras con merinas. No es conveniente poner en el mismo plano fondo y forma, sino encararlos de forma diferenciada. Y procurar, en la medida de lo posible, aunar fuerzas para solucionar problemas comunes.

Foto de Birmingham Museums Trust en Unsplash

 

Bibliografía

Centro Virtual Cervantes. No hay que mezclar churras con merinas. Recuperado de: https://cvc.cervantes.es/lengua/refranero/Ficha.aspx?Par=59214&Lng=0

Duque, Juan Carlos (2019, 21 de enero). Disonancias. Recuperado de: https://blogs.eitb.eus/inteligenciaemocional/2019/01/21/disonancias/

Goldstein, Caroline (2022, 9 de noviembre). ‘We Have Been Deeply Shaken’: 92 Museum Leaders Release Statement Addressing Climate Actions That Target Works of Art. Recuperado de: https://news.artnet.com/art-world/icom-statement-museum-climate-action-vandalism-2207520

ICOM (2022, 11 de noviembre) Comunicado: Museos y activismo climático. Recuperado de: https://icom.museum/es/news/declaracion-museos-y-activismo-climatico/

 



Friday, September 16, 2022

¡Qué mundo tan maravilloso!

 

Foto de NathanDumlao en Unsplash

[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de EiTB el 16.09.2022. Este Blog fue cerrado el 01/07/2024]

Cuando comenzó el mes de agosto estaba convencido de que el verano me iba a permitir deshacerme de una pegajosa e incómoda sensación de pesadez que llevaba arrastrando hacía ya un tiempo, quizás demasiado.

Habíamos planificado hacer un corto viaje con unos amigos hasta el norte de Portugal, donde entramos por Miranda do Douro. Nuestro centro de operaciones se situaría en Apúlia, una pequeña población costera en el distrito de Braga, desde la que podríamos desplazarnos cómodamente hasta Guimarães, Porto, Barcelos y Braga capital. Estas escapadas serían todas matutinas. El sol tardaba en deshacer la cotidiana, fría y húmeda bruma oceánica y nos refugiábamos en el interior, admirando la belleza, y conociendo la historia, de la cuna de Portugal. Por las tardes, ya de regreso, leíamos, tomábamos el sol, paseábamos, alguien incluso se atrevía con el Atlántico y descansábamos en la playa hasta el ocaso.

 A pesar de la compañía, el encanto del entorno y la tranquilidad circundantes, el lastre que oprimía mi frente no desaparecía. Tampoco incomodaba en exceso... Simplemente seguía ahí, presionando persistentemente. Aunque esos días no tuvimos demasiado tiempo, ni ganas, de estar al día con las noticias, cada vez que nos movíamos encontrábamos incendios activos en la distancia o zonas devastadas por las llamas en la cercanía de nuestra ruta. Ucrania y su situación, por poco que quisiéramos saber, no vaticinaba ninguna solución a corto plazo. La tensión provocada con China tras la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes norteamericana Nancy Pelosi, la eliminación tras un ataque con drones por parte del ejército estadounidense del líder de Al Qaeda Ayman al Zawahiri, las revueltas en Sri Lanka, el Líbano o Irak. Los continuos enfrentamientos en el Sahel, el Congo, Gaza. Incluso en Nagorno-Karabaj (en Azerbaiyán con población armenia). Las crisis humanitarias en Afganistán, Burkina Faso, Etiopía, Somalia, Sudán del Sur y Yemen. Las inundaciones en Pakistán, los movimientos de migrantes jugándose la vida en el Mediterráneo o en el Atlántico... La subida de precios. La escandalosa y exponencial crecida de los beneficios de las empresas energéticas y la banca... ¡Y un calor! Un calor asfixiante que se mantenía inamovible mañana, tarde y noche. Todas estas realidades seguían golpeando mi cuerpo, mi cabeza y mi conciencia. Y yo, ¿qué podía hacer?

El verano siguió y cambiamos el escenario y la compañía. Caí en la cuenta de que, además de lo ya expuesto, arrastrábamos dos años largos de pandemia, de pérdida de familiares, de compañeros y de amigos, más las propias mermas, fruto directo, además, del paso del tiempo... Y yo, ¿qué podía hacer?

Recordé a María Belón (AprendemosJuntos, 2021) hablando del sentido de la vida tras la traumática y angustiosa experiencia vivida por ella y su familia en el tsunami del 26 de diciembre de 2004 en Tailandia. La lección aprendida era bien simple: "el sentido de la vida es amar". Deseé no tener que esperar un tsunami para aprender la lección...

What a wonderful world!



https://youtu.be/VqhCQZaH4Vs

¡Qué Mundo tan Maravilloso!

Veo árboles tan verdes, rosas rojas también

Los veo florecer para mí y para ti

Y me digo a mí mismo: ¡Qué mundo tan maravilloso!

 

Veo cielos tan azules y nubes tan blancas

Los días benditamente brillantes, las noches sagradamente oscura

Y me digo a mí mismo: ¡Qué mundo tan maravilloso!

 

Los colores del arco iris, tan bonito en el cielo

También están en los rostros de personas que van por ahí

Veo amigos dándose la mano, diciendo: ¿Cómo estás?

Están realmente diciendo: ¡Te quiero!

 

Escucho bebés llorar, los veo crecer

Van a aprender mucho más, de lo que yo nunca sabré

Y me digo a mí mismo: ¡Qué mundo tan maravilloso!

Sí, me digo a mí mismo: ¡Qué mundo tan maravilloso!

 

Referencias

AprendemosJuntos (2021, 17 de noviembre). "El sentido de la vida es amar". María Belón, médico y psicoterapeuta [archivo de vídeo]. https://youtu.be/lgo60SeJzl8

 


Friday, July 15, 2022

Erótica de la negatividad

 

Foto de Adrian Swancar en Unsplash


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de EiTB el 15.07.2022. Este Blog fue cerrado el 01/07/2024]

En nuestra calidad de mamíferos superiores no podemos escapar, total y afortunadamente, de nuestros instintos. Es decir, no podemos dejar de ser, mal que nos pese, animales. ¡No queda otra que reconocerlo! Evolutivamente, nuestros cerebros están programados, entre otras cosas, para la supervivencia, para defendernos y/o protegernos de los posibles peligros que acechen nuestra vida o la de nuestra manada. Estamos genéticamente programados/as para sospechar, percibir, reconocer o intuir lo desconocido que podría hacernos daño o aniquilarnos individual o colectivamente. Es por esto que tendemos más a percibir lo negativo y lo peligroso que lo positivo.

 Desde el aspecto meramente instintivo, todo lo que encaje en lo descrito en el párrafo anterior atraerá como un potente imán nuestra atención y, más que probablemente, nuestra acción. Nuestros cerebros necesitan la mayor información posible para mantenernos a salvo.

Por este motivo el cerebro humano no es amigo de la incertidumbre. Necesitamos esa información para mantenernos a salvo. Nuestro cerebro lo sabe, y moviliza ciertos recursos para obtenerla. Quizás sea el motivo por el que tenemos esa necesidad imperiosa de pararnos con el coche ante un accidente de tráfico en el carril contrario. O ver el siguiente episodio de nuestra serie favorita cuando se queda en mitad de la acción. Saber nos calma y da seguridad (Cardell, 2020).

Vivimos en la era de Internet, en la de la información global, pero sin claros referentes informativos. La llamada democratización de la información escasea de fuentes fiables y excede de informantes de dudosa legitimidad. Si a esto sumamos nuestro instinto natural para la búsqueda de información preventiva, podemos caer en lo que se ha denominado el doomscrolling (del inglés doom = muerte, fatalidad, maldición, destino y scroll = desplazarse por las pantallas de los dispositivos informáticos) y que podríamos definir como la búsqueda obsesiva de información que nos dé certezas para prepararnos para la defensa en un mar de informaciones negativas e inciertas. Los algoritmos de las redes sociales hacen su trabajo y nos ceban de lo que más se ajuste a nuestras preferencias. Y, tarde o temprano, nuestros cerebros se colapsan. Quedamos atrapados en un bucle de ansiedad y depresión en el momento actual (Cardell, 2020). En este sentido el doomscrolling puede llegar a convertirse en una peligrosa adicción: la dependencia nociva de recibir malas noticias.

 El consumo de malas noticias nos provoca inevitablemente emociones negativas. Según Eduardo Torrecillas, las emociones negativas pueden convertirse en disfuncionales dependiendo de su intensidad. Las emociones son humanas, es decir, el humano está diseñado para crear, experienciar y en definitiva vivir todo tipo de emociones, tanto negativas como positivas. Y resulta que a veces, buscando el escapar del estado de ánimo desagradable, acabamos viviendo uno que nos daña aún más (Torrecillas, 2015). Así, la preocupación, exacerbada, se convierte en ansiedad. La tristeza en depresión. El enfado, si es con uno mismo, en culpabilidad, y si es hacia las/os otras/os, en ira.

Una vez más, ser conscientes de lo que hacemos y sus consecuencias es el primer paso para tomar las medidas necesarias para conseguir una relación saludable con las nuevas tecnologías y ayudarnos a mantener un cierto equilibrio emocional.

Como dice el antiguo proverbio chino: Si las cosas tienen solución, ¿por qué preocuparse? Y si no la tienen, ¿por qué preocuparse?

Bibliografía

Cardell, Fabián (2020, 17 de diciembre). Doomscrolling: el cortocircuito de nuestro cerebro. Recuperado de https://psicologiaymente.com/social/doomscrolling

Torrecillas Rivera, Eduardo (2015, 16 de noviembre) ¿Son las emociones negativas tan malas como parecen? Recuperado de https://psicologiaymente.com/psicologia/emociones-negativas-malas-como-parecen



Tuesday, May 17, 2022

No a la inversa

 

Photo by Boston Public Library on Unsplash

[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de EiTB el 17.05.2022. Este Blog fue cerrado el 01/07/2024]

Nos informa el Diccionario de la Real Academia de que comunicar, además de provenir del latín communicare, presenta once acepciones de las que cinco de las seis primeras hacen referencia a acciones que implican compartir, informar, transmitir o consultar entre congéneres de la especie homo sapiens.

Todo ese proceso de comunicación requiere alguien que emita, alguien que reciba, un mensaje, un canal ­—medio por el cual se transmite—, un código y un contexto. Entre los distintos medios artificiales —el natural es el aire— encontramos los audiovisuales, los radiofónicos, los impresos y los digitales. Y entre los tipos de comunicación tenemos principalmente la verbal —oral o escrita—, la no verbal —lenguaje corporal— y la gráfica.

No es necesario hacer hincapié en la influencia que la publicidad ha tenido y tiene sobre las decisiones de compra y consumo de la población, por no mencionar, además, las múltiples evidencias de manipulación informativa que venimos padeciendo y de las que hemos sido conscientes muy recientemente, amén de las adicciones tecnológicas desarrolladas y diagnosticadas en las últimas décadas.

Resulta paradójico que herramientas que fueron ideadas para el acercamiento y la comunicación de y entre personas, mediante su uso malintencionado e interesado lleguen a convertirse en sutiles armas de manipulación, aislamiento e incomunicación.

Photo by Erik Lucatero on Unsplash

Pero, ¿todo el enemigo se halla oculto tras el anonimato de las redes sociales o de las campañas publicitarias?

— ¡Perdona! Es un momentito...

— ¡Dame un segundo!

— ¡Es urgente!

— ¡Ya termino!

— ¡Voy, voy, voy...!

Estas u otras expresiones similares son las que nos dicen —o decimos—, cada vez más frecuentemente, mientras estamos con alguien en nuestro tiempo libre, tomando un café, en una comida, dando un paseo, viajando en un tren, autobús o avión, sentados en la sala de nuestra casa o en un parque y llevamos “cosido” en nuestra mano un teléfono inteligente que, como un niño caprichoso y maleducado, reclama constantemente nuestra atención. No nos damos cuenta, pero en muchas ocasiones dejamos con la palabra en la boca a quien está con nosotros y, tras nuestra “desconexión” no recordamos cuál era el tema de conversación o ni tan siquiera quién estaba hablando.

Cuando esto se produce, inconscientemente entramos en dos procesos. Uno de actitud multitarea e hipervigilancia personal obsesiva, respondiendo mensajes que se encadenan con otros mensajes, pasando por la revisión de mis otras redes sociales “por si hay algo”, etc. y un segundo de ninguneo para con la/s persona/s que nos acompaña/n: no son tan urgentes ni importantes como lo que tenemos que ver, oír, leer y/o contestar mediante nuestros smartphones y, consecuentemente, la/s ignoramos.

Este fenómeno ha generado un neologismo que lo describe: ningufonear (acrónimo de ningunear y telefonear. Adaptación del inglés phubbing  —de phone y snubbing— con igual significado). Descrito ya como fenómeno social por algunas investigaciones realizadas entre 2012 y 2016, lo definen como una conducta que responde a una adicción a internet y su uso desmesurado comparable a la ludopatía (Macedo, s.f.).

Al producirse cada vez con mayor frecuencia en nuestros entornos sociales, la asumimos como normal y aceptable en nuestras relaciones interpersonales. Como seres sociales que somos, reaccionamos con reciprocidad: unas veces soy ignorado por ti y otras soy yo quien te ignora. Finalmente, terminamos por ignoramos simultánea y recíprocamente. Esta normalidad y aceptación no nos permiten percibir cómo se va minando nuestra autoestima y aumentando nuestra insatisfacción.

Photo by McKaela Taylor on Unsplash

Y de nuestros ambientes sociales vamos trasladándola a nuestros entornos más íntimos: nuestras relaciones familiares o de pareja.  Sin apenas darnos cuenta, el número de conflictos provocados por la falta de atención debida a las interrupciones generadas por el phubbing acaban mermando gravemente las relaciones, afectan a la calidad de vida y crean un entorno propicio para la aparición de síntomas depresivos.

Si en algún momento percibimos que estamos ningufoneando a alguien, o que estamos siendo ningufoneados, quizás sería ese el momento de replantearnos cómo gestionamos nuestro autocontrol, qué uso estamos haciendo de nuestro teléfono y cuánto valoramos nuestras relaciones. No se trata de abandonar el uso de las nuevas tecnologías, sino de ponerlas en su sitio: al servicio de la humanidad. No a la inversa.

Bibliografía

FundeuRAE (2016, 11 de agosto).  Phubbing puede traducirse como ningufonear. Recuperado de https://www.fundeu.es/recomendacion/phubbing-puede-traducirse-como-ningufonear/

 Macedo, Joaquín (2016, 29 de septiembre) ¿​Qué es el “Phubbing” y cómo afecta a nuestras relaciones? Recuperado de https://psicologiaymente.com/social/phubbing


[Adaptación publicada en ComunicaciónCiudad Nueva, junio 2022, p.38. Publicada en el Blog de Ciutat Nova el 11/07/2022 (Català Castellano).]

Monday, March 21, 2022

Ni santa, ni gloriosa, ni justa,
ni preventiva, ni necesaria

 

Photo by Birmingham Museums Trust on Unsplash - The Phantom Horseman,1870-93 by Sir John Gilbert (d.1897)

[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de EiTB el 21.03.2022. Este Blog fue cerrado el 01/07/2024]

Seguro que nadie tendrá la menor dificultad en identificar el sustantivo que falta en el listado precedente de adjetivos. El 24 de febrero las bombas y las ametralladoras volvieron a tomar la palabra. Las peores expectativas en cuanto a las tensiones entre Rusia y Ucrania se confirmaron. La guerra de Putin, que, según las estimaciones que los analistas estadounidenses hicieron en los días previos al pasado 24 de febrero, iba a durar unos pocos días y causaría en torno a 50.000 fallecimientos entre la población civil y de uno a cinco millones de desplazados internos o refugiados en países vecinos, sigue prolongándose en el tiempo —la táctica Blitzkrieg (“guerra relámpago”) hitleriana que pretendía que el conflicto iniciado con la invasión de Polonia, Noruega, Dinamarca, Países Bajos, Bélgica y Francia fuera rapidísimo y breve, duró finalmente 6 años y un día—.

Tras tres semanas y media del comienzo del conflicto bélico, la guerra continúa, y, afortunadamente, algunos vaticinios han demostrado ser erróneos. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y para los Refugiados, las víctimas mortales de entre la población civil han sido 902 y los heridos 1.459. No así los relativos a la población desplazada y/o refugiada que se aproximan a lo previsto (3.489.644 personas). En cuanto a las bajas en los ejércitos, conscientes de la poca exactitud de los datos facilitados por las partes, se estima que el ejército ruso ha tenido 7.000 bajas y 14.000 heridos y el ucraniano, por su parte, 2.870 fallecidos y 3.700 heridos (datos publicados por Naciones Unidas hasta el 20 de marzo y por Newsweek e Indiatoday hasta el 17)[1].

A esto hay que añadir la destrucción de ciudades e infraestructuras civiles, industriales, militares y comerciales ucranias, así como la crisis económico-financiera y energética en la que se ha sumido el mundo entero en menos de un mes y mucho peor que la generada tras dos años de pandemia. Estos daños colaterales, como los denominan los señores de la guerra, han venido para acompañarnos un largo y doloroso trecho de nuestras vidas.

Hasta aquí los datos que nos llegan y que se asientan sobre la base de nuestra cultura de la violencia.

Desde el mismo 24 se activó en occidente una reacción solidaria sin precedentes históricos.  Como señala, entre otros muchos, Hithem Abdulhaleem, doctor en psicología, de origen palestino-jordano, musulmán y articulista de opinión de El Correo,

Toda la sociedad civil, los medios y la mayoría de los representantes políticos se han volcado en solidaridad con la población ucraniana, que está viviendo situaciones dramáticas y estremecedoras como consecuencia de la guerra. Son acciones altruistas que reflejan un sentimiento colectivo orientado a paliar el sufrimiento de este «pueblo hermano» y muestran una enérgica repulsa contra la crueldad y la injusticia. El efecto de la llamada al deber de actuar y de participar en esta avalancha solidaria ha sido inmediato, abrumador, loable y esperanzador. Todos nos congratulamos por estas desinteresadas muestras de generosidad y elogiamos la insólita adhesión a la causa de un pueblo que ha decidido luchar heroicamente por su soberanía.[2]

Llevaba yo unos días dándole vueltas a este tema. Leyendo a Hithem Abdulhaleem comprobaba que compartía íntegramente su análisis y me ilusionaba al constatar que la cultura de la paz parecía mostrarse por fin de forma rápida y contundente. Simultáneamente, me preguntaba qué sería de las distintas guerras que habían provocado los movimientos de otras personas refugiadas o desplazadas y qué sería de ellas: afganas, birmanas, congoleñas, eritreas, etíopes, haitianas, iraquíes, mozambiqueñas, pakistaníes, palestinas, rohinyás, saharauis, sirias, sudanesas, somalíes, yemeníes... Demasiadas personas y excesivos conflictos que llevan un desmesurado tiempo activos y de los que solamente se ocupan unos pocos...

Hithem Abdulhaleem sigue verbalizando mis sentimientos y mis pensamientos: ¿está occidente ejerciendo una solidaridad selectiva? ¿Por qué Ucrania sí y los otros ni sí, ni no, sino todo lo contrario?

(...) debemos reconocer también que esta particular empatía no solo ha sorprendido a unos cuantos ciudadanos de Europa y de otras partes del mundo, sino que también les ha dejado boquiabiertos y estupefactos. (...)

Este no es ningún tema baladí. Es un fenómeno de fondo que nos interpela y nos exige plantearlo, debatirlo y, con un sentido crítico, reflexionar sobre ello. La finalidad es aportar respuestas congruentes y eficaces a esta crisis tan acuciante de la Humanidad (...)

Una gran parte de la sociedad europea muestra, indudablemente, un espíritu solidario y compasivo digno de ser subrayado y honrado. Solo se espera que este espíritu se amplíe y se abra a la Humanidad, contribuyendo a la eliminación de las desigualdades y reconociendo al 'otro' como sujeto social y cultural digno de la misma justicia y consideración.

La solidaridad o la compasión solo serán auténticas y morales cuando se universalicen, se desembaracen de todo lastre dogmático y se plasmen en hechos de forma objetiva con todos los pueblos, con independencia de su origen y su color de piel. En caso contrario, son y seguirán siendo una pura fachada basada en el egocentrismo que excluye y deshumaniza al 'otro' (Hithem Abdulhaleem, 2022).

¡Yo no quiero identificarme con este occidente! Porque no creo que ninguna guerra sea ni santa, ni gloriosa, ni justa, ni preventiva, ni necesaria. Y víctimas son todas las personas que las sufren.

Soy más partidario de, además de colaborar en la ayuda concreta a las víctimas, sumarme a la Oración Por La Paz Universal, pronunciada por Margaret Karram, presidenta de los Focolares en la Basílica de San Francisco de Asís el pasado 18 de marzo, ante la tumba de San Francisco, ejemplo de fraternidad de todo el género humano:

¡queremos implorar el don de la PAZ!

Estamos aquí en representación de todos los miembros del Movimiento: cristianos de distintas Iglesias, fieles de varias religiones, personas que se reconocen hermanos y hermanas en la única familia humana.

Hacemos nuestro el grito y la desesperación de los pueblos que en este momento sufren a causa de la violencia, de conflictos y de guerras y nos dirigimos a ti, Padre de todos, con esta oración:

Dios nuestro, Dios de la Paz que amas a cada uno con amor eterno e incondicional, concédenos la gracia de ver tu rostro en cada persona que encontremos y ayúdanos a derribar los muros de la enemistad, del odio y de la destrucción.

Te pedimos con fe incansable el don de la Paz.

PAZ en el corazón de cada persona,
especialmente en el corazón de los que gobiernan los pueblos;
PAZ entre los grupos, etnias y naciones;

en particular, te pedimos con la fe que mueve las montañas, que 'cese el fuego' de la guerra y venza el diálogo 'en la búsqueda de vías de paz' entre Rusia y Ucrania.
Pedimos la gracia de poner fin a todo conflicto en curso, especialmente los más olvidados.

Señor, Dios nuestro, concédenos la gracia de acogernos unos a otros,
de perdonarnos, de vivir como una única familia humana.

Abre nuestros corazones y nuestras mentes
a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas,
a sus preocupaciones y sufrimientos.

¡Concédenos amar la patria de los demás como la nuestra!

Dios de misericordia, de concordia, haznos “instrumentos de tu paz”.
A ti, nuestra alabanza y gloria,
ahora y por siempre
Amén


[1] United Nations. Office of The High Commissioner for Human Rights (OHCHR) (2022, 20 de marzo) Ukraine: civilian casualty update 20 March 2022. Recuperado de: https://www.ohchr.org/en/press-releases/2022/03/ukraine-civilian-casualty-update-20-march-2022
United Nations High Commissioner for Refugees (UNHCR) (2022, 20 de marzo). Recuperado de: https://data2.unhcr.org/en/situations/ukraine
Carbonaro, Giulia (2022, 17 de marzo) More Russian Soldiers Killed in Ukraine Than U.S. Troops in Over 20 Years. Recuperado de: https://www.newsweek.com/more-russian-soldiers-killed-ukraine-us-troops-over-20-years-1688957
Singh, Darpan (2022, 17 de marzo). How many Ukrainians and Russians have died in Putin’s war? Recuperado de: https://www.indiatoday.in/world/russia-ukraine-war/story/how-many-ukrainians-and-russians-have-died-in-putin-s-war-1926514-2022-03-17
[2] Abdulhaleem, Hithem (2022, 15 de marzo). Ucrania: ¿una solidaridad selectiva? El Correo. Opinión, p. 26. Recuperado de: https://www.elcorreo.com/opinion/tribunas/ucrania-solidaridad-selectiva-20220315231729-nt.html