Friday, November 01, 2019

Similitudes y concomitancias

Humo por las orejas (foto: www.lizmorrisontherapy.com)
[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 01.11.2019]

2002 comenzó con la entrada triunfal de doce países de la Unión Europea en el Euro. De un día para otro, y en plena cuesta de enero, pudimos ver que los precios habían subido exponencialmente, mientras que nuestros salarios fueron minuciosamente traducidos al nuevo lenguaje monetario - ¡se incluían hasta tres decimales! - y nadie movió ni un dedo

La telefonía móvil iniciaba su expansión y las redes sociales eran por aquel entonces pura ciencia ficción. Por citar cronológicamente algunas de las más usadas, Linkedin nacería ese mismo año, Facebook lo haría en 2004, Twitter en 2006, Whatsapp en 2009 e Instagram en 2010. Asimismo, el uso de ordenadores personales – ¡de mesa, fijos! - era un lujo que pocos podían permitirse.

Aunque ahora parezca mentira, había cinco canales televisivos (¡analógicos!) de ámbito nacional – Antena 3, Canal+, La2, Telecinco y TVE-1 –, una decena en algunas Comunidades Autónomas y en Euskadi dos: ETB1 y ETB2. El acceso a cadenas internacionales era posible únicamente a través de antenas parabólicas – ¡vía satélite!… Aquellas, junto a las emisoras de radio y la prensa escrita, constituían el elenco de medios de comunicación social (MCS) del momento.

Tres meses antes habían caído las Torres Gemelas de Nueva York…

El ambiente sociopolítico de aquel año capicúa en España era convulso y tenso. Para muchos de quienes lo vivimos resulta difícil no echar la vista atrás y encontrar demasiadas similitudes con lo que ha venido ocurriendo durante estos dos últimos años: entonces éramos los vascos, hoy son los catalanes.

El 29 de mayo de 2002 los obispos Ricardo Blázquez y Carmelo Echenagusia, titulares de la diócesis de Bilbao, Juan María Uriarte, de la de San Sebastián, y Miguel José Azurmendi, de Vitoria publicaron una atrevida, pero necesaria, carta pastoral conjunta (Preparar la Paz), cuya lectura recomiendo. De los diez apartados que componen la pastoral, citaré algunos extractos de tres de ellos que demuestran su – tristemente - rabiosa actualidad. Los resaltados en negrita son míos. Los textos hablan por sí mismos.

1. Marcados por el desacuerdo y la incomunicación
(…) Nos parece que el desacuerdo político es, en gran medida, origen y fruto de una grave incomunicación. Una sociedad bastante bien avenida en muchos aspectos de su diaria convivencia, se encuentra, sin embargo, surcada por la incomunicación política. (…) La comunicación en los puntos candentes está, al día de la fecha, bloqueada. Una gran parte de la ciudadanía no acaba de comprender que el vehículo de relación más socorrido consista en un intercambio de mutuas censuras a través de los MCS (…).

Diecisiete años después, tras la eclosión de las redes sociales, los medios de comunicación social tradicionales han sido superados con creces. Sin embargo, como señala Juan Pagola en Política crispada, sociedad enfrentada,
(…) En el tiempo de la comunicación no sabemos qué pasos debemos dar para encontrarnos, interactuar e intercambiar ideas, opiniones, expresiones, lenguajes, discursos, relatos opuestos… En la época en la que más instrumentos tenemos para que fluyan los mensajes, menos propuestas serias y responsables compartimos con el ánimo de que sean escuchadas y valoradas. (…) En la sociedad de la información, de la inmediatez y del espectáculo, toda reflexión, negociación o administración de cualquier problema de orden social o político se convierten en un show. (…)

Guste más a unas o menos a otros, o viceversa, existe una realidad innegable en cuanto a los sentimientos. En la primera parte de la siguiente cita, sustitúyase vasco por catalán.

5. Gestionar el conflicto entre identidades nacionales contrapuestas con miras a la paz.
La pacificación de este país entraña, desde luego, la desaparición de ETA y el limpio esfuerzo concertado para combatirla. Pero los problemas que es preciso resolver para alcanzar la paz no terminan ahí. Para comprender y sortear las dificultades para la paz en nuestra tierra es preciso enfocar correctamente otra realidad que viene de lejos. Todos los sondeos revelan con obstinada estabilidad la coexistencia de identidades nacionales total o parcialmente contrapuestas y, a veces, conflictivas. Unos se sienten “sólo vascos”; otros “solamente españoles”; otros “más vascos que españoles”; otros “más españoles que vascos”; otros, en fin, “igualmente vascos y españoles”. 

Todos son ciudadanos de pleno derecho
en esta comunidad y deben ser respetados como tales. Esta pluralidad conflictiva de identidades está reclamando el hallazgo de una fórmula de convivencia en la que cada uno de los grupos modere sus legítimas aspiraciones políticas en aras de una paz social que es un valor notablemente más precioso y necesario que el imposible cumplimiento de todas las aspiraciones de todos los grupos. “En la casa común hemos de caber, apretándonos, todos aquellos que por la palabra o por los hechos no se autoexcluyan de un proyecto compartido” (“Votos para la paz”, pp. 5-6). No vemos otro camino que respete las identidades y prepare la paz. El afecto por la casa común no puede ser impuesto. Surge de la comunicación confiada. Se alimenta del proyecto compartido y asumido voluntariamente. Se malogra cuando quiere imponerse por la fuerza ciega o por el puro imperio de la ley (…).

Es un hecho constatado que una gran mayoría de la población, independientemente de sus opciones políticas, es sensible a la inclusión, no a la exclusión, y desea que se llegue a una pronta solución que restaure la paz social. Y es ahí donde todos y todas deberíamos asumir nuestras responsabilidades.

(…) Es preciso gestionar con delicada sabiduría esta pluralidad de identidades contrapuestas para no convertirla en “guerra de identidades”. Los gobiernos de Madrid y Vitoria, los partidos políticos y los MCS pueden, con sus palabras o sus acciones, atizar o desactivar el conflicto. Algunas decisiones de gobierno, determinadas declaraciones de políticos, ciertas intervenciones en MCS favorecen más la radicalización que la concertación. 

9. Optar por la paz
(…) Optar por la paz significa no manipularla (…)
Optar por la paz comporta para cada una de las opciones políticas una disposición a recortar “mi proyecto” de país para que pueda surgir en el intercambio “nuestro” proyecto compartido. (…)
Optar por la paz significa apoyar efectivamente a los movimientos sociales que (…) procuran abrir caminos que un día más o menos próximo puedan disipar la larga y penosa pesadilla que estamos padeciendo en este pueblo.
Optar por la paz lleva consigo ofrecer signos de distensión y de aproximación. (…)
Optar por la paz entraña educar para la paz especialmente a las jóvenes generaciones, suscitando en ellas el pensamiento crítico, la conciencia ética, la sensibilidad por toda vida humana, el respeto al diferente, el sentimiento de pertenencia a un mismo pueblo plural, el compromiso a favor de la reconciliación social.
Optar por la paz lleva consigo para los creyentes orar incesantemente por ella, manifestando al Señor nuestras dificultades para conseguirla y ofreciéndole nuestras manos para construirla.

Como decía Gandhi, no hay camino para la paz, la paz es el camino.
  
Vídeo: La PALABRA al servicio de la PAZ, Adama Dieng. Asesor Especial del Secretario General de la ONU sobre la Prevención del Genocidio.


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